martes, 28 de mayo de 2013

José Luis González-Fernández. El complejo de edipo, un descubrimiento freudiano



EL COMPLEJO DE EDIPO, UN DESCUBRIMIENTO FREUDIANO  @CR

 

José Luis González-Fernández


A Berta Esther. Fuente de mi Edipo
A mi maestro José Perrés
A mi Vero….


  
          La visión trágica de Freud relampaguea en muchas de sus páginas. Relampaguea y desaparece. Después de entreabrir ciertos abismos y mostrarnos conflictos insolubles, se retira a la prudente reserva del hombre de ciencia. La ironía recubre la herida. Esas reticencias --hechas tanto de modestia de sabio como de desdén a los hombres-- tal vez explican las sucesivas deformaciones y mutilaciones que ha sufrido su pensamiento. Muchos de sus herederos, especialmente en los Estados Unidos, olvidan su crítica a la civilización y reducen su enseñanza a un método de adaptación de los enfermos a la vida social."
                                                                                                                      Octavio Paz[1]


 
Giorgio d Chirico


I.- INTRODUCCIÓN

                        Este resumen, cuya publicación se hace en un libro conjunto, es un extracto de otro más amplio que he venido trabajando desde hace tiempo y que versa sobre el mismo tema. De ahí las dificultades para lograr un resumen adecuado a sus fines. Su origen parte de las conferencias o “apoyos” dados a lo largo de 14 años a los alumnos de la carrera de psicología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, y es a ellos que ahora está dirigido.
            Un ensayo que pretenda tratar a profundidad el Edipo requiere de un estudio que comprenda su epistemología, el abordaje exhaustivo sobre temas diversos como la interpretación de los sueños, la técnica analítica de Freud, la teoría general del psicoanálisis, el autoanálisis de Freud, entre otros, lo cual haría necesario plantear prácticamente un compendio y una historia del psicoanálisis en general. Sin embargo, nuestro propósito ahora es lograr en los alumnos una mayor comprensión de los procesos psíquicos y en lo particular de la problemática del Edipo, ya que éste constituye una pieza fundamental en la teoría y técnica analítica, además de ser una herramienta clave para la discusión en el seminario modular.
             

II.- ALGUNAS CONSIDERACIONES REFERIDAS AL EDIPO EN EL ORDEN CULTURAL.

            En su libro “Psicoanalizar”[2], Leclaire discute el caso de un sujeto en análisis. En el consultorio trabaja con una fantasía obsesiva, la de no poder comprar una pintura y el reclamo que el analizando hace por los gravosos costos que su análisis le generan. Leclaire reflexiona y afirma que bien podría tal reclamo ser una fantasía como parte de un conflicto edípico referido a través de la transferencia,  y anota que es evidente que, aún antes de comenzar el análisis, el paciente sabía, como lo sabe todo el mundo en la actualidad, que había vivido una situación edípica, -pero dejemos hablar al paciente- señala[3].
            Es verdad que en la actualidad el Edipo ya no es ninguna sorpresa para el analizado, y la sorpresa tiene en sí misma un papel fundamental en el análisis. Tampoco es algo de moda como para que todos quieran tener uno -como lo afirma Peter Gay[4]-, y aún peor, precisamente a raíz de su difusión y socialización, en el consultorio puede convertirse en una resistencia[5]. 
            Pero este hecho (popularización, socialización, culturización o difusión) no es motivo suficiente para obviar o desconocer la problemática edípica como tal.  “Dejar hablar al paciente” como sugiere Leclaire, no es algo nuevo, es parte esencial en la técnica y la teoría analítica desde sus orígenes, ya que en la técnica freudiana el esquematismo interpretativo queda de lado gracias a la escucha como regla fundamental, y así el Edipo, pese al "conocimiento" que sobre el tema tenga el paciente, siempre entrará en escena.
            Señalar algo que  “todo el mundo sabe”, implica sin duda, la trascendencia de la teoría freudiana en la cultura. Apegados a la interpretación freudiana, la cultura, como expresión de lo reprimido, finalmente como un síntoma, lleva al deseo a un sometimiento, a un control que lo hace perder su especificidad y por lo tanto, a convertirse en un factor resistencial cuando el sujeto entra a análisis, y tal es el caso del Edipo. Paradójicamente, esta trascendencia del psicoanálisis en la cultura, no es un evento que deba enorgullecer al psicoanálisis, no es un triunfo, sino algo que debe ser considerado con especial atención en el trabajo analítico, dada la característica resistencial que contiene. Freud trascendió el orden cultural en su trabajo y descubrió el inconsciente,  inventó el Psicoanálisis y desarrolló una teoría.
Su objetivo, no era integrarse a la cultura, sino subvertirla. El orden “transcultural”  al que llega el psicoanálisis, no implica una oposición a la cultura, sino una actitud crítica respecto a ella, una crítica necesariamente incluyente, y el analista, deberá valerse de intervenciones y propuestas inteligentes no esquematizadas por la “aculturación”.  Estará obligado entonces a profundizar y evitar que esos términos pierdan la especificidad que les corresponde en el área de lo psíquico, en el área de su oficio.

Si cada vez hay menos interés por el Edipo, no es porque no hayan visto esta montaña, sino que precisamente por haberla visto prefieren darle la espalda. [6]


III  EL EDIPO EN LA CULTURA


El primer acercamiento que hace el alumno de psicología sobre el tema del Edipo, tiene que ver con los referentes culturales de su entorno, es por ello que es necesario hacer una revisión somera de algunos de esos referentes.
            A partir de la idea de la transculturización y pérdida de especificidad, el Dr.José Perrés Hamaui, maestro, compañero y amigo, en sus conferencias de apoyo en la UAM, intentaba hacer un estudio referencial de las formas en las cuales Edipo se insertaba en la cultura. Su intención era partir de lo general y coloquial para llegar a través de su lógica discursiva y epistemológica, a la especificidad.  Haremos una revisión somera de algunos de esos referentes, para posteriormente abordar el Edipo de manera más específica y puntual.
             
- El Edipo en las artes: es representado en la obra plástica, en la pintura, en el teatro, cine, y como lo dijo José Perrés, en la ópera,[7]operetas y zarzuelas. [8]  En el teatro y el cine son numerosas las obras que lo integran, unas vulgarizando al psicoanálisis y otras dándole un tratamiento más formal. Películas como “Edipo Alcalde”, “Historias de Nueva York” de Woody Allen, puestas en escena como “Equus” de Peter Shaffer, las tragedias griegas, etc.,[9] o en la pintura y escultura como en cualquier “Madonna”, etc. Por otro lado, corrientes como el surrealismo por ejemplo, constituyen espacios donde se utiliza el valor artístico de las imágenes simbólicas, fuente en unos casos y derivaciones en otros, del descubrimiento freudiano.

- El Edipo en la Mitología.  Para hablar del Edipo en la mitología, es necesario definir como un recurso metodológico, lo que es un mito y su diferencia en torno a lo mitológico, ya que en este rubro, la transdisciplinareidad se entreteje con áreas como la sociología, la historia, el psicoanálisis, la religión, la etnología, la política, etc. .
            El mito, podemos pensarlo en función de la cualidad que le representemos, según sea ésta relacionada al entendimiento o al sentimiento, sin dejar de tomar en cuenta el valor que tiene como una forma de perpetuar tradiciones y culturas, pero que especialmente se producen en la transición, en el cambio que se produce en la cultura.[10]. Del lado del entendimiento, Platón, en “Geórgicas”[11], opone el mito, a la verdad o al relato verdadero, pero al mismo tiempo, le reconoce cierta verdad que en ciertos casos, es la única verdad a la que puede aspirar el discurso humano.  Por otro lado, para las teorías naturalistas alemanas del Siglo XIX, el mito es el producto de una actitud contemplativa o teórica que luego dará lugar a la ciencia como tal[12].  En cuanto a la cualidad del sentimiento, Cassirer señala que el sustrato del mito no está en la razón, sino en el sentimiento, y que no sigue las reglas lógicas, mientras que la interpretación sociológica de Durkheim y Lévy-Bruhl, trasladan al mito de la naturaleza a la sociedad constituyéndose en una “proyección” de la vida social del hombre que le refleja las características fundamentales[13].
            Entre el mito y lo mitológico, habrá diferencias esenciales. Lo mitológico, aunque relacionado con el mito, se referirá a la forma de representación de lo que no es terrenal, es decir, de lo divino. El mito habla de lo real y lo posible, pero lo posible no es sólo lo  pensable, sino tanto lo imaginable como lo inimaginable. Para el pensamiento mítico son posibles lo uno y su contrario. La contradicción está perfectamente asumida en el pensamiento mítico; hasta el punto que, a veces, se diría que es el  motor  de  los  acontecimientos.  En el  relato mítico -como en la vida- lo imprevisible, lo impensable, lo inesperado, está siempre dispuesto a asaltarnos.

            En la referencia al Edipo mitológico, es interesante observar cómo Freud realiza escasos señalamientos a la mitología griega, y cuando lo hace, pretende un sentido diferente al de la  interpretación que hizo de la obra de Sófocles, quizá, porque al estudiar el “Edipo”,  su marco de referencia era la clínica del espectador, es decir, su argumentación giraba en torno a las reacciones de éstos frente a la representación de obras como Hamlet, u otras, pero no de Gea ni Urano, ni de Cronos o Zeus. La mitología griega le servía de modelo explicativo de las fantasías derivadas de las amenazas y angustia de castración, por ejemplo: “Cronos devorando a sus hijos”, lo cual brindaba una visión universal como base para su argumentación sobre el “asesinato del padre”.

            Reseñaremos ahora un fragmento de la mitología griega que ilustrará cómo el Edipo está contenido en ella.   Todo se inicia a partir del caos; la madre Gea (la Tierra) surgirá y autoengendrará a Urano (el Cielo), quien la envuelve en su manto, conteniéndola y produciendo de esta unión hijos deformes. Son los gigantes de cien manos: gigantes con muchas manos y 100 o 500 cabezas, que al ser rechazados por el padre, son enviados al Hades (el Averno). La siguiente camada tampoco fue aceptada; nacieron los Cíclopes, quienes tuvieron el mismo destino
            En otro intento más, nacieron los Titanes, quienes ya tenían una diferenciación sexual. Había tanto mujeres, como hombres. Uno de estos titanes, Cronos, impuso límite a la duración del imperio de Urano, por lo que fue conocido como el Dios del tiempo, y decidió cortar el lazo que unía y envolvía a Gea, separándose así definitivamente el cielo de la tierra, y la tierra del cielo.  Fue la propia madre Gea, desesperada por el fin de sus hijos, quien incitó a Cronos: le dio una hoz dentada para que cuando Urano la tuviera "sexualmente" hiciera un corte, Gea recogió la sangre y los genitales cortados a Urano, y los lanzó al Mediterráneo y de su espuma surgió Afrodita. De esta manera se inaugura el imperio de Cronos[14].
            Urano advirtió a Cronos que correría con la misma suerte que él, que sus hijos le harían algo similar, y por eso Cronos se une a su hermana Rea, y  a sus propios hijos los devora uno a uno en cuanto nacían. Pero cuando nació Zeus, su madre otra vez, pero ahora Rea, harta de no poder criar a sus hijos, se fue a parirlo a Creta con las Ninfas, a quienes pidió que lo escondieran. A partir de ese momento, engañado, Cronos devoraba las piedras que Rea le daba envueltas como si fuera el producto recién parido.
            Zeus creció y se asoció con su hermana Escancia, quien mandó vino descompuesto para Cronos, y al beberlo, vomitó y vomitó, devolviendo a sus hijos devorados. Fue tal la vergüenza que sintió Cronos ante esta situación, que se retiró y así comenzó el gran imperio de Zeus, el Dios que se unió ya con mortales y otras Diosas, dejando (en principio)  a un lado a la familia.
            La mitología griega, o el mito de los orígenes,  dan cuenta de la problemática que será nombrada por Freud más tarde, como edípica. El incesto consumado, los castigos, las culpas y amenazas, la castración, el deseo por desplazar al padre, etc. Sin embargo, cualquier lectura que se haga sobre la mitología griega, no tendrá ese elemento narrativo que corresponde a la literatura y en concreto a las tragedias griegas como el Edipo Rey de Sófocles.

-El Edipo en la literatura. En la literatura es quizá donde mayor número de referentes podemos encontrar, sería imposible hablar de todas las obras que han expresado los conflictos psicológicos de inspiración edípica. El “Edipo Rey” de Sófocles, “Hamlet” de Shakespeare, por señalar los clásicos, giran en torno a la explicación de fenómenos psíquicos propiamente dichos.  
A propósito de "Edipo Rey", suele decirse enfáticamente, que es la fuente de donde surgió la teorización freudiana, sin embargo, aunque Freud toma como modelo explicativo a Sófocles,  no estructuró ni basó su teoría en función de ella.  El estudio que hizo Freud de Hamlet le dio numerosas pistas a seguir sobre el tema, pero reconoce en el Edipo Rey de Sófocles un mejor modelo en el que encontró una forma mítica, narrativa y referencial para expresar la problemática del sujeto, y de ella inspiró su nombre: Edipo, hijo de Layo y Yocasta.   

“Sobre base idéntica a la de Edipo rey se halla construida otra de las grandes creaciones trágicas: el Hamlet shakesperiano. Pero la distinta forma de tratar una misma materia nos muestra la diferencia espiritual de ambos periodos de civilización, tan distantes uno de otro, y el progreso que a través de los siglos va efectuando la represión en la vida espiritual de la Humanidad. En Edipo rey queda exteriorizada y realizada, como en el sueño, la infantil fantasía optativa, base de la tragedia. Por lo contrario, en Hamlet permanece dicha fantasía reprimida, y sólo por los efectos coactivos que de ella emanan nos enteramos de su existencia, situación análoga a la de la neurosis”[15].

            Es decir, en Hamlet, el estudio del “Edipo”, es accesible a través de una labor “interpretativa”, pero en “Edipo Rey” de Sófocles[16], se plantea una forma narrativa y  absolutamente directa.

Recordemos algo de Edipo rey de Sófocles[17]:
Respondió el oráculo divino a Layo, rey de Tebas que no debía tener hijos, aunque tanto lo anhelaba, si llegaba a tenerlos, un hijo nacido de Yocasta sería su asesino.  Layo repudió a Yocasta, pero tiempo después, emborrachándola, la atrajo nuevamente, y 9 meses después les nació un hijo. Pero para evadir el destino, mandaron que fuera arrojado a la montaña de Cicerón, con unos gan­chos atravesados en los pies, como se suele hacer con los carneros, o las piezas de caza.
La orden fue cumplida. Pero el pastor encargado de hacerlo, tuvo piedad del infante y lo regaló a otro pastor. De Corinto era el pastor y regaló la criatura a Pólibo, rey de su ciudad, el cual, sin hijos hacía tiempo, anhelaba tenerlos. Lo crió como suyo con gran amor y, en recuerdo de su aventura le puso el nombre de Edipo, o sea, "pies hinchados". Acaso el nombre mismo movió su propia curiosidad y la ajena. Un día oyó decir que no era hijo de Pólibo, sino que había sido recogido por sus padres adoptivos, esto lo turbó de manera que no quedó tranquilo hasta no ir a Delfos a consultar el oráculo. Nada le respondió al punto preguntado. En cambio, le anunció que mataría a su padre y se uniría con su propia ma­dre. Para evitar ambas monstruosas ocurrencias huyó de Corinto y vagó a la Ventura. Llegaba cerca de Tebas cuando en un camino se encontró con el rey Layo y por altercado de cesión de paso, hubo una lucha que terminó con la muerte de este rey. Siguió su camino el joven y en él topó con la Esfinge, la venció en la solución de sus enigmas y la mató. Librada Tebas de este monstruo, hizo rey a Edipo y lo movió a casarse con la reina viuda Yocasta. Se cumplió así el oráculo en todo. De la unión dos varones: Eteocles y Polinice, y dos mujeres: Antígona e Ismenea.
No tardó en correr el rumor de haberse realizado la profecía. Hizo el rey por saber la verdad. La descubrió al fin. Él, desesperado, se sacó los ojos; su mujer y madre, se colgó de una viga de su cámara nupcial.
Ya la versión de su vida posterior varía en las leyendas. Como se ve, el argumento no fue modificado por Sófocles. La leyenda, conocida, trivial, que corría en el vulgo, fue elevado a la categoría de la más bella creación de arte dramático por Sófocles


IV.-  EL EDIPO DEL PSICOANÁLISIS.

            Aquí abordaremos los elementos que integran de manera general la noción del Edipo como estructura, para que en capítulos posteriores, hagamos una revisión de su dinámica en el proceso como tal.

-El Edipo positivo: Se le llama así a los afectos y manifestaciones contenidas en lo que coloquialmente se maneja como el "amor" hacia el progenitor de sexo diferente y los "sentimientos agresivos" al del mismo sexo.[18]

-El Edipo negativo: Bajo los mismos términos pero, a diferencia del positivo, los papeles están invertidos; el "amor" se dirige hacia el progenitor del mismo sexo y los "sentimientos agresivos" hacia el de sexo diferente.

-El Edipo completo: Se le considera así al hecho de haberse integrado tanto el Edipo positivo como el negativo. Este, por cierto, es el Edipo en sí, lleno de ambivalencias y posiciones tanto activas como pasivas.

-El Edipo transgeneracional: el que está comprendido más allá del propio Edipo, se refiere al Edipo de nuestros padres, al de los padres de nuestros padres y de cómo fue vivido por ellos, y al nuestro trascendido, es decir, cuando se actúe como “Edipo de los padres de nuestros hijos”.

- El Edipo Ampliado[19]: Como el transgeneracional, se refiere al Edipo de los padres y el de los padres de ellos, es decir, desde un punto de vista del sujeto, que apunta a su historia genealógica.

-El Edipo propiamente dicho o la "Etapa edípica": periodo comprendido entre la fase fálica y el inicio periodo de latencia, donde se produce la percepción de la diferencia de sexos y los efectos de la amenaza de castración, es decir, la etapa de la vivencia de la angustia de castración y el paso ulterior al periodo de latencia.

-El Edipo fase: topológicamente subdividido a partir de la etapa edípica en el periodo previo o fase pre-edípica y  la posterior, o  pos-edípica.

-Edipo proceso: Constituye el movimiento de  origen-desarrollo-culminación, de lo edípico, considerando las fases pre-edípica y pos-edípica con todos los elementos que le dan forma.

-Complejo de Edipo: a decir de Freud, el término fue aportado por Jung[20]y define la dinámica y la culminación de todo el proceso edípico, en el que todos los elementos heterogéneos que participan y que actúan entre sí, es decir, los modos expuestos arriba, incluyendo lo transgeneracional y al Edipo ampliado, lo que darán lugar al Edipo Estructura.

-El Edipo Estructura: Contiene a todos los descritos, es el que finalmente da cuenta de la interrelación de aquel Edipo transgeneracional, lo social, la educación, etc., es decir, lo estructural entendido dentro de un sistema de relaciones, en donde cualquier elemento que lo comprende al ser modificado, producirá un efecto o cambio desde una perspectiva sincrónica o diacrónica: en el momento, o a través del tiempo. Podríamos llamarlo simplemente “complejo”, sin embargo, la idea de estructura da cuenta de un sistema y como tal, de su funcionamiento.


V. ALGUNOS ANTECEDENTES DE LA TEORIA DEL EDIPO

De las teorías del trauma y la seducción.

            Sin pretender hacer epistemología de la teoría del Edipo, haremos un recorrido por los textos freudianos para encontrar cómo Freud fue construyendo la teoría, y de qué manera su núcleo, estará constituido no sólo por sus descubrimientos sobre la sexualidad infantil, sino también por la evolución de la teoría de la seducción, la teoría del trauma, la fantasía, su propio autoanálisis, la interpretación de los sueños y la constante evolución de la técnica, relacionada con la práctica, y los descubrimientos derivados de dicha práctica, en una retroalimentación constante.
            Todavía a principios del año de 1897, las teorías del trauma y la seducción, predominaban en la concepción psicoanalítica, el registro de las vivencias y  experiencias traumáticas en los niños, ocupaban un lugar predominante en la concepción del desarrollo de las futuras neurosis.
            Freud observó, aunque con dudas, que en muchos de los casos trabajados hasta entonces, los "pacientes" referían escenas de seducción protagonizadas por algún adulto cercano: el padre, la madre o quizá algún otro personaje, pero importante para el niño. En términos generales, la seducción producía cierto nivel de excitación que, ante una inmadurez psicosexual inherente al niño, tendría como consecuencia una serie de efectos traumáticos que darían lugar a determinada neurosis, y el tipo de neurosis dependería del momento en el que dicha seducción se presentara. En el manuscrito “K” [21], anexo a una carta a su amigo Fliess en enero de 1896,  presenta un esquema de la historia natural de una psiconeurosis:

            “El curso clínico de la neurosis defensiva es, en general, siempre uno y el mismo:
            Una experiencia sexual (o una serie de experiencias) que es prematura y traumática          y que debe ser reprimida;  La represión de esta experiencia en alguna ocasión       ulterior que suscite su rememoración y la consiguiente formación de un síntoma          primario;
            Una fase de defensa eficaz que se asemeja al estado de salud normal,  salvo por la          existencia del síntoma primario; Una fase en la cual retornan las ideas reprimidas,           formándose síntomas nuevos durante la lucha entre aquellas y el Yo, que       constituyen la enfermedad propiamente dicha.”[22]

            Freud presenta su teoría de los traumas infantiles en tres artículos  publicados en 1896: “La herencia y la etiología de las neurosis”[23], “Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa”[24] (los dos terminados en febrero de 1896), y “La etiología de la histeria”[25] (presentado como conferencia en abril y para publicación en mayo del mismo año). Los tres artículos desarrollan las ideas expuestas en el Manuscrito “K”[26], y en el “Proyecto de una psicología para neurólogos”[27], el cual estaba escribiendo, sugieren la participación del trauma en  la formación de las neurosis; en la histeria, como resultado de una vivencia pasiva;  y en las obsesiones, de una vivencia activa a partir de la agresividad infantil.  En los dos últimos artículos, Freud expone la idea de la relación entre el trauma y la edad del niño como factor en la determinación de la neurosis a desarrollar.
            Durante este periodo, trabajaba ya con la interpretación de los sueños, pero otro importante suceso va desarrollándose y dará finalmente con lo que podríamos considerar la invención del psicoanálisis, es decir, el llamado "autoanálisis" de Freud.  A partir de la correspondencia con su amigo Fliess, Freud analiza y confronta sus ideas, vinculadas con las propias experiencias infantiles. Descubre en sus propias motivaciones inconscientes, los orígenes de sueños y fantasías y de ahí, no precisamente por extensión, sino aplicando ya la teoría psicoanalítica que utilizaba con sus pacientes, en una suerte de retroalimentación, detecta y delimita la problemática de ambas partes, estableciendo modelos y determinando universales en el acontecer psíquico; tal es el caso del Edipo.

La Fantasía

            Su autoanálisis y la interpretación de los sueños, lo orillan a  delimitar la importancia de la seducción y el trauma, a favor no ya de un hecho real vivido, sino abriendo el campo al concepto de la fantasía. En varias cartas a Fliess durante la primavera de 1897, introduce esta noción en su teoría de las neurosis. Observa que el análisis de los enfermos neuróticos revela fantasías reprimidas y sugiere entonces que éstas se inspiran en experiencias sexuales infantiles y que se construyen con la intención de bloquear el recuerdo de tales experiencias.[28]
            Habiendo confrontado  las fantasías de sus pacientes con ideas reprimidas que no  eran un recuerdo directo de las verdaderas experiencias de los pacientes, Freud propuso una explicación que se ajustaba a su teoría en curso. Llegó a la conclusión de que las fantasías eran reelaboraciones imaginarias de las experiencias sexuales infantiles y por analogía, con la formación de síntomas[29], sugirió que tal reelaboración respondía a los intereses de la represión. Afirmó entonces, que las fantasías reprimidas son formuladas al igual que los síntomas, es decir, como una formación de compromiso entre el recuerdo patógeno y el yo represor.
            Aparentemente, la teoría de la fantasía ponía en tela de juicio a la teoría de la seducción y a la teoría de los traumas. El eje central consistía en tratar de definir con claridad, si el material proveniente del análisis, lo que los pacientes hablaban con Freud  eran recuerdos o fantasías. En una carta del 28 de abril de 1897, [30] al inicio justamente de la confrontación teórica de la seducción con la fantasía, y a propósito de un sueño propio relacionado con su amigo Fliess, le escribe que:  “(…)yo mismo todavía estoy muy en duda  en todo lo referente a las figuras paternas....).”[31], y entonces se refiere a lo dicho por una paciente esa misma mañana: “su padre, un hombre tan noble y respetable en apariencia, solía acostarla regularmente en su cama entre los ocho y los doce años, practicando con ella eyaculación externa (...) cosas similares y aún peores debían haber ocurrido en su más temprana infancia”.  Había elementos lo suficientemente contundentes para considerar en sus pacientes ambas cosas, en ocasiones podía ser un recuerdo, pero en la mayoría de los casos, se trataba de una fantasía que aún siéndolo, tenía la misma fuerza e intensidad  de un hecho real, y esta es una conclusión fundante para la teoría psicoanalítica. Si la fantasía producía en lo psíquico, los mismos efectos que un hecho real, podía entonces sustituir en determinados casos, lo que hasta entonces se consideraba como un hecho de seducción verdadero. La fantasía como una vía de satisfacción alternativa de un deseo frente a la presión de un principio de Realidad que intenta imponer en el sujeto las condiciones de una socialización, un deseo que, habiendo renunciado a su satisfacción en el mundo de lo real, encuentra en el reino de la fantasía una restitución.

            Al mencionar en su correspondencia las fantasías neuróticas, el recuerdo pasa entonces a un segundo plano, ya que Freud discute el papel de los “impulsos” sexuales en las neurosis, y dice: “...las estructuras psíquicas que en la histeria son objeto de la represión no son, en realidad, los recuerdos... sino impulsos derivados de las escenas primarias (esto es, de las experiencias sexuales patógenas)”,[32] y evidentemente a cargo de las fantasías. Este nuevo acento en los impulsos, surgió en gran medida a partir de una consideración de la distinción entre la etiopatogénesis (origen) de las perversiones y el de las neurosis.
           
Fantasía y Perversión

Para las perversiones, consideraba que el factor clave era la persistencia de impulsos anormales y que se manifestaban de manera polimorfa, desencadenados a partir de la experiencia infantil, y predominando en ellos cierto nivel de placer. Por otro lado, en los casos en que se desarrolla la neurosis, la represión se dirigía principalmente contra dichos impulsos anormales y no simplemente contra el recuerdo del suceso traumático. La disyuntiva entre recuerdo y fantasía, daba cuenta de la gestación imperiosa en su teoría, de la noción de deseo, aunque desde nuestro punto de vista, también la discusión que planteaba sobre los impulsos, tenía como propósito, recuperar una parte importante de la  teoría de la seducción en la etiología de las neurosis, pero ahora a partir de las fantasías, y por otro lado, de la experiencia perversa.  Queda claro al final de la obra freudiana que, como una constante epistemológica, las teorías “superadas” nunca quedan fuera de la teoría general, sino que se integran a lo nuevo y se ponen en práctica bajo nuevas condiciones.
            Asevera que los impulsos perversos (rasgos, diríamos), son fáciles de distinguir en los enfermos neuróticos, y supone que tales impulsos se deben a alguna experiencia sexual inusitada en la infancia[33]. Así pues, esto implica que, aun si se ponen en duda las historias vivenciales de seducción infantil relatadas por los pacientes, la presencia de los impulsos (rasgos) perversos, indicaría que sí debe haber ocurrido un suceso como el referido, aunque ya no necesariamente como real, sino compuesto por la fantasía y el deseo. 

“Los impulsos hostiles contra los padres (el deseo de que mueran) constituyen también elementos integrantes de las neurosis. Parecería que este deseo de muerte se dirige en los hijos contra el padre y en las hijas contra la madre”.[34]

Freud relaciona estos deseos de muerte con los celos sexuales y con un deseo de acercamiento sexual con el padre sobreviviente El único ejemplo de impulsos infantiles de éste tipo referidos por él, se relacionan con el deseo de muerte del padre del mismo sexo.
           
Ya no creo en mi neurótica

Freud siguió sustentando la teoría de la seducción durante los siguientes meses, pero en una carta dirigida Fliess en septiembre de 1897, le dice “Ya no creo en mi neurótica”[35]. Con esta famosa frase, da a entender una renuncia a las concepciones anteriores basadas en el trauma y la seducción, e inaugura una nueva tendencia del psicoanálisis que parte de la fantasía y el deseo.  En dicha carta, puntualiza las razones:

1. -Los  continuos desengaños por no poder concluir el análisis, las deserciones y la imposibilidad de explicarse los resultados parciales de una manera más profunda.

2. - La poca probabilidad de que los actos perversos cometidos contra niños posean un carácter general, es decir, que tantos padres fueran culpables de abusar sexualmente de sus hijos.

3. - la innegable comprobación de que es imposible distinguir la verdad frente a una ficción afectivamente cargada, es decir, entre las ideas reprimidas surgidas a partir del análisis.

4. - La consideración de que ni aún en la psicosis  más profundas, los recuerdos inconscientes logran superar la resistencia, por lo que los secretos de las experiencias infantiles no pueden ser descifrados.
Al enumerar los motivos, hace una referencia indirecta a su autoanálisis, declara que no podía aceptar la insinuación de que “todos los casos obligaban a atribuir actos perversos al padre, sin excluir al mío[36]”. La mención de su padre indica que había descubierto ideas reprimidas que había conectado en otros casos con abuso paterno.  El hecho de que no encontrara tales pruebas de abuso en su propio caso lo ayudó a convencerse de que la teoría de la seducción era insostenible como tal. Descubrió en cambio, recuerdos de episodios sexuales menos dramáticos, que involucraban a la mujer que había sido su niñera: No da muchos detalles en este sentido, solo que “ella era mi maestra en cosas sexuales”[37]. Sin embargo, las experiencias con su niñera no podían explicar los sentimientos hostiles en contra de su padre, y no podía descubrir un suceso inusitado cualquiera que hubiese podido inducir tales sentimientos. Recordaba solamente, haber visto desnuda a su madre en una ocasión, a la edad de dos años aproximadamente (lo que podría indicar ese recuerdo en si mismo, otra fantasía). En ausencia de cualquier otra explicación, llegaba a la conclusión de que esto debe haber servido para suscitar impulsos sexuales y generar los celos contra su padre. Tal escena parecía más bien trivial, por lo tanto especuló que la atracción sexual infantil por la propia madre y los celos contra el padre probablemente constituyeran un fenómeno universal. Veamos la siguiente cita de Freud, por significativa e ilustrativa del proceso de teorización del Edipo:

            “También en mí comprobé el amor por la madre y los celos contra el padre, al punto        que los considero ahora como fenómeno general de la temprana infancia... Si es así   se comprende perfectamente el apasionante hechizo del Edipo rey, a pesar de todas        las objeciones radicales contra la idea del destino inexorable que el asunto             presupone... El mito griego retoma una compulsión del destino que todos             respetamos porque percibimos su existencia en nosotros mismos: Cada uno de los       espectadores fue una vez, en germen y en su fantasía, un Edipo semejante, y ante la         realización onírica  trasladada aquí a la realidad todos retrocedemos horrorizados,   dominados por el pleno impacto de toda la represión que separa nuestro estado    infantil de nuestro estado actual”.[38]

            En cuanto a la técnica, recordemos que cada modificación teórica y los avances en su autoanálisis, producen al mismo tiempo una evolución en la técnica. Freud llega a la conclusión de que la técnica de la presión sobre la frente, es decir, el procedimiento mediante el cual colocaba su mano en la frente de la paciente, alentaba la narración de historias de seducción. El surgimiento del método de la asociación libre, fue resultado y factor, que permitió a Freud reconocer las historias como fantasías. En su “autobiografía” escribe:        
“Antes de adentrarme más en el estudio de la sexualidad infantil he de reconocer un       error. Al que sucumbí durante algún tiempo, y que hubiese podido serme fatal. Bajo     la presión del procedimiento técnico que entonces usaba, reproducían la mayoría de   mis pacientes escenas de su infancia cuyo contenido era su corrupción sexual por un adulto...supuse haber hallado en estos sucesos de corrupción sexual durante la     infancia las fuentes de las neurosis posteriores...Cuando luego me ví. forzado a            reconocer que tales escenas de corrupción no habían sucedido realmente nunca,     siendo tan sólo fantasías imaginadas por mis pacientes, a los que quizá se las había   sugerido yo mismo, quedé perplejo por algún tiempo.” [39]

            Cabría suponer que los desengaños terapéuticos, la dificultad para comprobar las historias de seducción, la evolución de la técnica, el trabajo que Freud venía realizando sobre la importancia de los sueños y el desafío planteado por el descubrimiento de las fantasías, habrían generado un efecto acumulativo para el cambio,  y a modo de  catalizador,  el autoanálisis de Freud, emprendido tiempo atrás.
            El autoanálisis le revela impulsos e ideas reprimidas comparables con las encontradas en los análisis de enfermos neuróticos. Descubrió en particular, la existencia de impulsos hostiles dirigidos contra el propio padre, los cuales había considerado como prueba de que alguna experiencia traumática debía haber ocurrido en la niñez. Sin embargo no lograba recordar tales experiencias, y tampoco pensaba que realmente habían tenido lugar. Las conversaciones con su madre, en las que trató de descubrir los sucesos que están detrás del material reprimido revelado por el autoanálisis al parecer fortalecieron la idea de que las seducciones del tipo que había planteado para sus pacientes nunca habían ocurrido en su propio caso.
            Al reconocer los impulsos edípicos como fenómenos normales, y al desplazar  la importancia de las seducciones a una serie de vivencias sexuales menos espectaculares, Freud sugiere ahora que el origen de la psiconeurosis conlleva una interacción entre las experiencias sexuales por un lado, y los impulsos sexuales infantiles normales por el otro. Las viejas historias de seducción que sus pacientes exteriorizaban en el análisis, pasan a ser fantasías, y dichas historias son percibidas ahora como algo más que una reelaboración de los sucesos reales, son más bien un embellecimiento erótico de los sucesos. Freud sostiene entonces que las fantasías son simplemente manifestaciones psíquicas de tales impulsos sexuales patológicamente intensos.[40]
            Hubieron de pasar varios años para que Freud encontrara la respuesta que integrara la discusión y lo que en apariencia ocurría con tanta frecuencia. Como hemos dicho, la importancia de su autoanálisis y  de los sueños como una manifestación de la dinámica del conflicto psíquico, trajo a escena el papel de la fantasía y el deseo como parte integrante y fundamental del mismo.
                       

VI.-  El deseo en el Edipo.

            Para considerar a los padres como objeto de deseo en el Edipo, es necesario considerar brevemente cómo se origina esta relación. Cuando el bebe nace, no está constituido todavía su yo definitivo[41], por lo tanto tampoco el objeto. Existen diversas posturas que plantean desde un yo temprano, hasta un yo primordial, sin embargo, y para todos, el objeto completo de deseo, aún no está conformado. Para que ello ocurra deberá de darse un proceso cuyo resultante será el yo propiamente dicho y una pérdida concomitante[42]. El ser humano, es una especie del reino animal que nace con un desarrollo neurológico en ciernes. Su maduración, a diferencia de otros mamíferos, se realiza después de su nacimiento, y es por ello que la cría humana dependerá absolutamente de una madre o de una función que lo soporte para sobrevivir los primeros meses de su vida. En el niño recién nacido no hay una distinción entre mundo interno y externo, las necesidades básicas deben estar cubiertas por la madre, el bebé vive su mundo en una relación de estricta dependencia con ella, es el momento de la diada, el momento de un solo objeto “el bebé y su madre”. Progresivamente, aunque Freud se refiere a momentos para análisis ya que el suceso ocurre en un instante[43], ante la ausencia y necesidad del alimento, a diferencia nuevamente de otros animales que buscarán su sustento, el bebé humano desarrolla en su lugar, el primer acto psíquico propiamente dicho: La Alucinación Primaria[44] que consiste en representarse la imagen del objeto nutricio ausente por el momento (pecho, biberón), y a manera de alucinación “alimentarse” de él. Podemos observarlo cuando al bebé, tranquilo, dormitando, realiza movimientos de succión con su boquita sin objeto alguno en ella. Piera Aulagnier[45] afirma que si hay una ruptura en el equilibrio de la relación con la madre, lo que a posteriori se desig­nará como sufrimiento, la psique responde con el único elemento del que dispone; la alucinación que niegue ese estado de falta. Hasta estos momentos, el niño desconocía la necesidad, solamente “conoce” el estado que la psique deseará reencontrar, de ahí la búsqueda de quietud y de un estado de no deseo que constituyen el propósito ignorado aunque siempre operante del deseo.
            Hablamos de un cuerpo y de la necesidad de satisfacer las necesidades fisiológicas nutricionales, y la alucinación no le quitará el hambre real. Aquí  podemos decir que lo psíquico está apuntalado en lo biológico.
            El bebé volverá al llanto y establecerá una demanda. Identificará al pecho como un objeto ajeno, extraño, separado de él, “ingrato”, al cual le depositará todos los sentimientos agresivos y malos. Se inaugura entonces un mundo exterior donde es depositado todo lo malo y nocivo, y un mundo interior donde estará lo bueno y positivo, pero el primer objeto, ese objeto mítico de origen, de unidad, de fusión y complemento, ha desaparecido.
            Al constituirse la otredad se produce una pérdida, algo falta, algo que jamás podrá ser recuperado ya, que era parte de un momento previo al yo y que le pertenecía antes de constituirse y entra en escena el deseo, el deseo por recuperar un objeto perdido, no simbolizable como tal.
            Es importante aclararlo, donde puede interpretarse la falta o ausencia, surge el deseo por la búsqueda de un objeto perdido, un objeto que le pertenecía, una “otra mitad” perdida al romperse la fusión de la diada hijo-madre, algo que le pertenecía al sujeto pero que es inalcanzable ya, algo que es a-material, un Das-Ding,[46] o un “complejo del prójimo o semejante”[47] que marcará el deseo y la búsqueda eterna por re-encontrarlo.
            Ahora bien, es la madre, como figura, la que le dará la protección, el afecto, el cuidado, etc., al bebé. Constituye el primer personaje que el niño identificará en su completud a un objeto relacionado con el objeto perdido original.           Ese deseo es el que constituye entonces el deseo por la madre, deseo que jamás podrá satisfacer en plenitud por múltiples razones, entre las cuales citamos cuatro: La primera, porque el objeto perdido al que apunta recuperar no existe ya, la segunda, porque existe en el ámbito social algo que es parte constitutiva del principio de realidad: la ley de la prohibición del incesto y la tercera, como veremos más adelante, el peso de la función padre y su corte. Lo sexual entonces no será genitalidad, sino “erogeneidad”, “narcisismo primario”, en tanto afectos y sensaciones, “misiones imposibles” en el intento de recuperar un objeto inexistente y de la falta.
             Instaurado ya un deseo de naturaleza edípica, un principio de realidad lo "confronta" y obliga a que paradójicamente en función de ese mismo placer se produzca una represión del deseo.   De ahí la cuarta razón, ya que de obtenerse la satisfacción de ese deseo, el sufrimiento, angustia y “castigo” concomitante pesarán más que lo que pudiera haber obtenido de placer. El deseo es reprimido frente al resultado que se derivaría de su satisfacción, es decir, la satisfacción de ese deseo, acarrearía aún más displacer para el Yo que placer.

VI. La Figura de los Padres.

            Cuando hablamos de los padres en el Edipo, es importante aclarar que no importa el individuo como tal, sino el papel que desempeña en el proceso edípico del niño.  La escuela francesa tiene establecidos criterios importantes que clarifican esta diferencia, y para ello asumen la idea de Función como la correspondiente al lugar que ocupan los padres.
            A lo largo de toda la obra freudiana, el concepto de función no está presente y aunque no a la manera francesa, cuyo tema no está a discusión aquí, Freud fijará las reglas que cada rol debe desempeñar y que finalmente desarrolla, en el Edipo.
Debemos entender la función en su acepción más simple, es decir, que desde la perspectiva de los padres constituye cada uno de los usos del lenguaje para representar la realidad, expresar los sentimientos del hablante, incitar la actuación del oyente o referirse metalingüísticamente a sí mismo, o bien, como la relación que los elementos de una estructura gramatical mantienen entre sí.[48]En términos prácticos, hay que entender que la Función podrá ser desarrollada no necesariamente por la madre o el padre mismo, sino que puede ser ejercida por cualquier otro adulto cercano; quizá la abuelita, la hermana, la tía, o en el caso del padre, por el abuelito, hermano, etc., Incluso el padre y la madre misma pueden representar en forma alternada ambas funciones.
            En términos generales y solo como un señalamiento, diremos que la función madre (no entendida desde el género ni desde la figura como tal), erogeniza al niño, es propiciatoria de la instauración de la falta inicial, de su deseo. Pero también es la función responsable de darle acceso a la función padre en el corte necesario que el niño deberá experimentar en relación con ella. La función padre, más allá de lo imaginario, consistirá en producir ese corte: la separación del niño de sus ligas simbióticas con la madre, y de ahí, a través de ser portador de la representación de la ley y lo prohibido, instaurar el no retorno y certificar la falta,[49] certificar al niño como un sujeto deseante, pero bajo nuevos horizontes.

VII. EL EDIPO, SU PROCESO Y RESOLUCIÓN 

La castración.


Freud escribe: “Cuando el niño concentra su interés sobre los genitales, se expresan manejos manuales y no tarda en darse cuenta de que los mayores no están conformes con aquella conducta. Más o menos precisa, más o menos brutal, surge la amenaza de privarle de aquella parte tan estimada de su cuerpo. Esta amenaza parte casi siempre de alguna de las mujeres que rodean habitualmente al niño, las cuales intentan muchas veces robustecer su autoridad asegurando que el castigo será llevado a cabo por el médico o por el padre”[50].
            En algunos casos llevan a cabo por sí misma, una atenuación simbólica en su amenaza anunciando no ya la mutilación del órgano genital, sino la de la mano, activamente pecadora, o con otro tipo de sentencias y amenazas, particularmente dirigidas hacia la niña. En otras ocasiones, el niño no es amenazado por juguetear con el pene, sino por mojar todas las noches la cama. Sus mayores se conducen entonces como si esta incontinencia nocturna fuese consecuencia y testimonio de los jugueteos con el órgano genital y probablemente tienen razón. Pero esas amenazas son vistas por el niño como imposibles, como poco representables en su dimensión real, sin embargo, hay un momento fundamental: cuando los niños se dan cuenta de la diferencia sexual, de la diferencia sexual anatómica y de hecho inaugura la fase fálica. El varoncito, al reconocer en la niña una diferencia que antes no le parecía significativa, le da un nuevo sentido y un nuevo valor, es decir, resignifica aquellas amenazas emitidas cuando evidenciaba alguna inquietud sexual. Es entonces que surge la fantasía de la castración[51].
            Los dichos comunes como "déjate ahí que se te va a caer" o un simple "vas a ver cuando llegue tu papá" son resignificados ahora sí como una amenaza de castración real, que en el caso de la niña dejó de ser amenaza para convertirse en realidad. A partir de entonces, la posibilidad de una herida narcisista como esa, acompañada de una angustia (de castración) hace que el niño transite de una posición activa de amor y deseo hacia la madre (Edipo positivo), a una posición pasiva y de sometimiento a la norma o ley representada por el padre[52].  Como consecuencia de ello obtendremos primero un proceso de identificación  con la madre y un sometimiento al padre (Edipo negativo), y posteriormente una introyección e identificación con el esquema de valores del padre que dará como resultado un cambio de objeto. El niño "interpreta" esto como una promesa que el padre le brinda de "aceptar" someterse a su ley, es decir, la promesa de gozar de otros objetos, mas nunca del que pertenece al padre.
            Esa identificación con el padre y sus valores, acompañados de una renuncia del objeto primario de satisfacción, a decir de Freud, son las condiciones que determinan la estructuración del Superyó en el niño y la consecuente disolución o Sepultamiento del Edipo. Superyó que perpetúa la prohibición del incesto y garantiza  al yo contra el retorno de las cargas de objeto libidinosas. Las tendencias libidinosas correspondientes al complejo de Edipo quedan en parte desexualizadas y sublimadas, y en parte inhibidas en cuanto a su fin y transformadas en ternura. Este proceso desde la perspectiva del niño, ha salvado los genitales, apartando de ellos la fuerza “real” de la amenaza de castración; pero, por otra parte, los ha paralizado, despojándolos de su función. Con él empieza el periodo de latencia que interrumpe, aparentemente, la evolución sexual del niño.
            Freud afirma que, mientras que el niño en la fase fálica y a consecuencia de la angustia de castración  culmina o sepulta el Edipo, constituyéndose el Superyó, en la niña el proceso apenas comienza. Mientras que en el niño el cambio debe hacerse de objeto, en la niña deberá producirse un doble cambio; de objeto y de zona erógena.
            En la niña ocurren algunas variaciones. También el sexo femenino desarrolla un complejo de Edipo, un Superyó y un periodo de latencia. También pueden serle atribuidos asimismo un complejo de castración y una organización fálica, pero no bajo los mismos lineamientos. La diferencia anatómica ha de manifestarse en variantes del desarrollo psíquico. El primer objeto de amor de la niña también es la madre (Edipo negativo) y como zona erógena genital primaria es el clítoris. La niña transmutará objeto de género femenino por objeto de género masculino, además de cambiar de clítoris a vagina en lo que se refiere a zona erógena[53].
            El clítoris de la niña se comporta al principio igual que en el caso del pene del niño, posee las mismas inervaciones y por tanto sensaciones durante esta etapa pre-genital, pero cuando ella vivencia la diferencia sexual anatómica, encuentra pequeño el suyo y siente este hecho como una desventaja que ya desde lo social, y esto es importante, en ese constante bombardeo de una sociedad androgénica y en el poder, se le venía imponiendo. Durante algún tiempo se consuela con la esperanza de que crezca, hay una negación y una fantasía, pero progresivamente la “esperanza” se diluye. La niña no parece atribuir esta castración a todas las mujeres, sino que les atribuye, de completo acuerdo con la fase fálica, un genital masculino completo, pero va desarrollándose en ella una identificación negativa con la madre, es decir, a ella, semejante en constitución anatómica a su madre, la responsabiliza de esta situación de aparente carencia
            La niña asume la castración, pero se enfrenta a ella de forma defensiva y propiciando la búsqueda de su feminidad[54], mientras que el niño teme la posibilidad de su cumplimiento. Sin embargo, hay que insistir en el hecho de que la castración no implica en la mujer un sometimiento, una abnegación o una renuncia a lo que el pene puede brindarle en esta sociedad, sino una sustitución o cambio de proyecto.[55]
            Para simbolizar dicha castración, la niña pasa por una posición pasiva también, cambiando así el objeto edípico de deseo al padre (Edipo positivo) y manteniéndose la esperanza de que algún día ella recuperará lo perdido, realiza la llamada ecuación simbólica, donde el deseo por un pene será transformado por el deseo de un hijo. Su complejo de Edipo culmina en el deseo, retenido durante mucho tiempo, de recibir del padre, como regalo, un niño,  tener de él un hijo, será finalmente la culminación de la “esperanza” de que algo le creciera a ella también. El complejo de Edipo es abandonado luego lentamente, porque este deseo no llega jamás a cumplirse.
            La ecuación pene-hijo concluye así con un proceso, pero éste no termina como en el niño con la estructuración del Superyó, ya que el hijo que desea tiene como padre al propio progenitor de la niña. Para Freud, y sí que causa polémica, en la niña no se termina de estructurar el Superyó, pero analicémoslo, la premisa a discutir no sería ésta, no se trata de asumir posturas feministas  o misóginas, lo que debemos considerar es si realmente en el varón se produce un sepultamiento, si verdaderamente es ahí donde se "acaba" de estructurar el Superyó, lo cual definitivamente no es así, ya que el “nuevo” objeto del varoncito, siempre tendrá un referente con el originario como aquí se ha dicho, y por lo tanto, con la madre también.

Un resumen de lo expuesto por Massota sirve de colofón, y esquemáticamente se encierran en  cuatro axiomas o advertencias fundamentales[56]:

-La primera, los determinantes empíricos de la castración, que consisten en hechos observables en las conductas del niño o en ciertas conductas ejercidas hacia él, tal es el caso del toqueteo de sus genitales, las amenazas que recibe, la percepción de la diferencia anatómica de sexos, lo que dará como resultado una fantasía de seducción.
-La segunda, un axioma de estructura, lo refiere a una articulación de base que enuncia de la siguiente manera: “Si la madre no tiene falo, entonces el sujeto infantil no es el falo de su madre, lo que significa el derrumbe del narcisismo infantil”[57] lo que dará acceso a la búsqueda de una nueva sexualidad, es decir, que el sujeto pueda darse o no una historia de sujeto sexuado, es aquí donde el agente de la castración, a saber, la función padre, decide y sella la estructura.
-El tercer axioma reafirma que lo que está en juego en el complejo de castración es el pene, y ningún otro tipo de pérdidas.
-El cuarto, que el Superyó no es la función padre, sino su producto. “Y hasta me atrevería a decir que la relación entre ambos es inversamente proporcional: a la fortaleza de uno corresponde la improbabilidad de la otra”.[58] 
           


VIII. EL OMBLIGO DE EDIPO. LA ORGANIZACIÓN DE LA PERSONALIDAD: LAS ESTRUCTURAS.

            Como hemos observado, en la constitución del Edipo, en su proceso, y en la estructuración que de él se origina, intervienen numerosos factores, a saber, la búsqueda de un objeto para re-encontrarlo, una función madre que erogeniza el cuerpo del niño y da origen al significante del padre o ha lugar a la intervención de la función padre en el corte, de ahí, la angustia de castración que lleva en su proceso la ecuación: amenaza-diferenciación anatómica-resignificación de la amenaza. De la manera en la que se conformen o estructuren todos estos elementos, será que el sujeto acceda a la sexualidad neurótica, perversa o psicótica. Esto afirmaba Freud insistentemente durante casi toda su obra, hasta que la importancia de impulsos agresivos y la teorización en Pulsiones de Vida y pulsiones de Muerte, agregaron elementos para la determinación de la  organización, cuyo tema será tratado en otro momento.

            En el caso de la neurosis, hablamos de una madre que a partir de su propio Edipo, surge la ecuación pene=hijo, madre deseante que da un lugar predeterminado al hijo en la estructura, pero que al mismo tiempo, en tanto castrada simbólicamente, brinda el acceso a una función padre que en el pacto que realiza con el hijo, éste sea un sujeto deseante y sexuado que perpetuará la ley de prohibición del incesto.

Ante otras situaciones, la madre, no habiendo simbolizado la castración (o mejor dicho, negándola o quizá renegándola), mantiene el deseo del pene de manera literal en la ecuación pene=hijo, de forma tal que se convierte en una ecuación pene=hijo=pene,  imposibilitando el acceso a una función padre que realice la separación, dando lugar a un sujeto que renegará la castración, ya que siendo él el Pene (con mayúsculas) de mamá, en la disolución del Edipo su herida no sería narcisista como en el neurótico, sino de muerte, refugiándose entonces en el fetiche y en las demás derivaciones perversas.

En la psicosis, la función padre aparece en escena no como de corte, sino como de anulación del deseo. El padre es El Pene, y no puede haber otros ya que resignificaría una castración que reniega, es, la de éste padre, una función no amenazante sino violenta que impide la separación del niño con la madre manteniéndolo en una simbiosis con ella, y obligando por otro lado, a que la representación de la ley a perpetuar sea repudiada[59],  vacía, ausente, ya que no se trata aquí, como en la neurosis, de que al niño se le prohíba el incesto y que así pueda desear a otra mujer. En este caso, la función padre actúa para matar el deseo, para hacer del sujeto, un sujeto no deseante que lo amenace en su trono.

Esta visión esquematizada del origen de las estructuras neurótica, psicótica y perversa a partir del Edipo, deben entenderse como un modelo para la comprensión de las mismas. Esto no quiere decir que necesariamente el padre del psicótico debe ser un perverso, o que la madre de éste sería una histérica. Aquí como modelo, debemos tratar de comprender el punto de vista del sujeto, es decir, el del hijo, es decir, de cómo él o ella viven la experiencia en la relación con sus padres y las funciones.

XIX. ALGUNAS PREMISAS FINALES QUE A MANERA DE RESUMEN  CONSTITUYEN EL EDIPO.

Premisa 1.  Para hablar del Edipo, tenemos que hacerlo como un todo, considerando todos los elementos que lo componen, es decir, en su carácter de proceso, estructura, fase y desde luego, a partir de  una perspectiva transgeneracional.

Premisa 2.  Hablar del deseo edípico, debe considerar como referencia inicial, la búsqueda de un objeto perdido para re-encontrarlo, objeto que en la infancia, queda representado por la madre o quien lleve a cabo su función en primera instancia.

Premisa 3. Las creencias infantiles previas a la genitalidad, hacen suponer que no hay una diferencia anatómica en lo sexual, todos tienen un órgano prominente sensible, lo que llamaremos pene, clítoris u órgano sensible propiamente dicho.

Premisa 4.  Desde la perspectiva freudiana, cuando hablamos de angustia de castración, lo que está en juego es la pérdida simbólica del pene, no de alguna otra cosa, falta o carencia.

Premisa 5. Las prácticas autoeróticas y aquellas relacionadas con la sexualidad infantil (juegos), que están relacionadas con ese órgano sensible, se ven amenazadas por prohibiciones verbales (en el mejor de los casos) que apuntan a suponer la posible pérdida de dicho órgano en caso de persistir con dichas prácticas.

Premisa 6. En la fase fálica, las amenazas verbales se convierten en amenazas con  posibilidad de ser reales frente a la comprobación visual de la diferencia sexual anatómica. En respuesta, los infantes niegan la posible castración y surge la fantasía de la existencia de un pene que algún día crecerá.

Premisa 7. La angustia de castración se profundiza, la madre está castrada. Aquí el camino de la niña y el niño se bifurcan.

Premisa 8. El niño asume la posición pasiva frente la amenaza paterna y cede el objeto, elige en un acto de preservación narcisista, salvar su pene y se identifica con los valores paternos.

Premisa 9. La niña al saberse castrada como la madre, le adjudica a ésta la responsabilidad del hecho, surge el deseo de poseer un pene, el cual encontraría su resolución en la ecuación pene-hijo, cambia el deseo de un pene por el del hijo pero de su padre, cambiando así también el objeto (de madre a padre) y la zona erógena (de clítoris a vagina).

Premisa 10. Solo a partir de la angustia de castración en un caso, y a la simbolización o asunción de la castración en el otro, es que el sujeto se hace sexuado, queda “habilitado” para encontrar un objeto diferente al de los padres.


JLGF

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[1] Octavio Paz. Un más allá erótico: Sade.  p. 52.
 [2] Leclaire, Serge. Psicoanalizar. 1980. p.8
[3] Ibíd.
[4] Gay, Peter. Freud. Una vida de nuestro tiempo. 1989. p.505.
[5] Leclaire señala que esta forma de interpretar como resistencial, es parte del esquematismo interpretativo.
[6] Lacan, Jacques. “La relación de Objeto”, Seminario 4. p.206.
[7] Perrés, José. Freud y la ópera. 1985. 
[8] El Dr. Guillermo Delahanty, a quien agradezco el comentario, señala que en los estudios realizados sobre las obras de Mahler (Theodor Reik, Kohut), referentes a la escucha de la música, no es viable encontrar un conflicto edípico en el material propiamente musical, es decir, en la estructura armónica. En cambio, en la esfera literaria y escénica, como en la ópera, es más fácil hallar el contenido de un conflicto edípico en la representación, hay una narrativa factible de interpretación, pero tal vez no en la música de manera directa. Quizá un conflicto del compositor lo lance a un tipo de fraseo musical, sin embargo, aún esto es indescifrable.
[9] Las tragedias, las madonnas, etc., son tratadas aquí no como una lectura histórica de la inserción del Edipo freudiano en la cultura, sino haciendo una lectura retrospectiva desde el presente con un sesgo psicoanalítico, lo que denota que la problemática expresada en la obra, y  bautizada por Freud como Edipo, antecede a su teorización.
[10] Barjau, Luis. El Hombre del Mito. 1988.  p19-28 y sigs.
[11] Platón. Geórgicas, 523. p.807.
[12] Abbagnano,  Nicola  Diccionario de Filosofía. 1974. p.808
[13] Ibíd.
[14] Nos recuerda  lo que Freud escribe sobre el mito del asesinato del padre como fundador de la cultura.
[15] Freud, Sigmund. La interpretación de los sueños; Sueño de la muerte de personas queridas. Pp.498-511.
[16] El tema, que provenía de una leyenda, fue tratado también por los otros dos trá­gicos. Lo hizo Eurípides y  Esquilo, en la trilogía Layo, Edipo y Siete contra Te­bas.  
[17] Sófocles. Las siete tragedias, Sepan Cuantos, Porrúa. Introducción de Ángel María Garibay.  México 1975.
[18] EL Edipo Positivo, Negativo y completo, puede estudiarse en términos de identificaciones en Freud, El Yo y el Ello. Capítulo III. Obras Completas. Tomo III. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid. 1981. 4ª edición.  Pp.2713. Y abordando la ambivalencia en el Capítulo. del libro sobre el presidente Wilson. En  Freud, Sigmund.  T. W. Wilson: un estudio psicológico. Editorial Letra viva. Buenos Aires. 1973
[19] Masotta, Oscar. Ensayos lacanianos. 1976. p.161.
[20] Jung define un complejo como un grupo de ideas asociadas o tendencias de respuesta que comparten un tono emotivo común y que poseen raíces psicógenas comunes. Es éste uno de los conceptos centrales del sistema junguiano, al que denomina Komplexe Psychologie.  Ver P. Janet, J.C. Flügel et al.  La Psicología Profunda, Capítulo. IV.  Editorial Paidós. 1ª Edición en castellano. Buenos Aires. 1966. pp. 78-79.
[21] Freud, Sigmund. Correspondencia con Fliess. Manuscrito K. Carta 39 del 1º de enero de 1896. Pp. 3534-3535.
[22] Ibíd.
[23] Freud, Sigmund. La herencia y la etiología de las neurosis.   Pp.277-285.
[24] Freud, Sigmund. Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa.  Pp.286-298.
[25] Freud, Sigmund. La etiología de la histeria.  Pp.299-315.
[26] Freud, Sigmund. Manuscrito K. Op. Cit.
[27] Freud, Sigmund. Proyecto de una psicología para neurólogos. Pp.209-276.
[28] Freud, Sigmund. Correspondencia a Fliess.  Manuscrito L  Carta 61 del 2 de mayo de 1897. Pp.3566-3568
[29] Ver Supra, esquema de la historia natural de la neurosis en Manuscrito “K”.
[30] Freud, Sigmund.  Correspondencia con Fliess. Carta 60. del 28-abril-1897.  Pp.3563-3565
[31] Es decir, al papel de los padres como seductores.
[32]  Freud, Sigmund. Carta 61 Op.Cit. p.3565.
[33] Recordemos que la teoría de la evolución libidinal la desarrolla más tarde, donde tomará en cuenta las pulsiones parciales y la satisfacción etapa por etapa.
[34] Freud, Sigmund. Correspondencia con Fliess.  Manuscrito “N”.  Carta 64 del 31 de mayo de 1897.  Pp. 3573-3575.
[35] Freud, Sigmund. Correspondencia con Fliess  Carta 69 del 21 de septiembre de 1897. p.3578
[36] Freud. Op.Cit.
[37] Ibíd.
[38] Freud, Sigmund.  Correspondencia con  Fliess, Carta 71 del 15 de octubre de 1897. p.3584.
[39] Freud, Sigmund. Autobiografía.  p.2776
[40] El nuevo acento en los impulsos y en las fantasías como derivados de ellos, no sólo llevan a la conformación de la Teoría del Edipo, sino que incluso lo llevan a una nueva definición de los síntomas neuróticos, los síntomas ahora reflejan deseos, no necesariamente traumas. “El retorno de lo reprimido” se considera ahora como un esfuerzo por sancionar fantasías reprimidas y por satisfacer impulsos infantiles.
[41] Para una profundización sobre la génesis del Yo, recomendamos lo escrito por Freud en  Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”del año 1911Tomo XII p.228-229.  Las pulsiones y sus destinos del año 1915. p.130.  La Negación del año 1925. p.253 y del año 1930 El Malestar en la Cultura. P.68.  De Freud, Sigmund. Obras Completas.  Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1984.
[42] Freud señala en el varias de sus obras, que más que un proceso, debe hablarse de momentos en la constitución del Yo, pero que se producen de manera simultánea, aunque  para una comprensión teórica, es necesario plantearlo en forma separada y con la apariencia de un proceso.
[43] Freud, Sigmund. Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico. p.224 nota 8.
[44] Ibidem.
[45] Aulagnier, Piera. La Violencia de la Interpretación.  1975. p.40-42
[46] Ver Lacan, Jaques. Seminario La Ética.
[47] El complejo de semejante en Freud nos remite a la “cosa”, a la razón del objeto perdido y a su búsqueda, para ello, ver Freud, Sigmund. Proyecto de una psicología para Neurólogos.  Op.Cit. Pp. 336-342.
[48] Diccionario de la Real Academia de la Lengua. RAL. 1990.
[49] Ver capítulo precedente.
[50] Freud, Sigmund. La disolución del Complejo de Edipo. p.2748
[51] Literalmente la castración como tal no es discernible por el niño o la niña,  en su lugar sería mejor hablar de “amenaza”, “angustia” o “castración simbólica”, que como se verá, se refieren a un complejo donde la castración constituye un aforismo.
[52] Ver supra. Nota 21
[53] Este cambio implica un desplazamiento que suma en la mujer adulta la sensibilidad de ambas zonas, sin embargo, inaugura la vaginal.
[54] Langer, Marie. El analista del año 2000. p.171.
[55] En este sentido, Marie Langer me decía comentando la envidia del pene: “no hay que ser feminista a ultranza; pero claro que las mujeres tenemos envidia del pene, pero no es a ese “colgajo” que tienen ustedes entre las piernas, sino a las oportunidades que en esta sociedad tiene quien lo porta, y en tono gracioso y de reto decía: por eso las mujeres podemos ser más creativas. Cierta referencia hace de ello en el artículo citado aquí.  Ibíd. p.171.
[56] Masotta, Oscar. Op.Cit. pp.-157-203.
[57] Ibid. Pp. 176.
[58] Ibíd., pp. 177.
[59] Sin ser aquí el lugar para su discusión, una de las aportaciones más importantes de Jaques Lacan a la comprensión de la psicosis, se refiere al concepto de forclusión.  (palabra francesa traducida y asociada al término freudiano: repudio,  por Laplanche-Pontalis, en su diccionario de psicoanálisis).

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