lunes, 25 de julio de 2011

ADICCIONES Y DROGAS: EL PROBLEMA DE LA REGULACION DE LOS CONSUMOS.




      Lic. Juan E. Fernández Romar *
Lic. Anabel Beniscelli** 
  
      

Resumen






La clínica de los consumos problemáticos de drogas resulta particularmente compleja; especialmente en la actualidad, dado que se viene verificando una gran diversificación de los sentidos y significaciones asignados a tales prácticas. No obstante, las demandas clínicas en este campo suelen presentarse como pedidos de nuevas formas de regulación de esos consumos problemáticos. Se discute aquí también la importancia de las diferentes formas de control de los consumos: heterocontroles, controles societarios y autocontroles, y se sugiere además el aprovechamiento técnico de las últimas dos modalidades.



    

  El llamado fenómeno de las adicciones se instala como situación problema recién en la constitución de los Estados Modernos. A medida que las sociedades se van organizando en formas menos sacras dando paso a la industrialización y el libre mercado, los consumos de diferentes sustancias psicoactivas van pasando de un uso regulado por tiempos naturales y rituales religiosos, hacia prácticas desreguladas de consumo. Es decir, las drogas se transforman en una mercancía que, por lo tanto, se puede no sólo producir, sino traficar, vender y comprar.

  No obstante, hoy como ayer cabe la pregunta de  por qué deseamos drogas. Pregunta que ha sido respondida en forma muy elocuente por Tomas Szasz, uno de los fundadores de  la denominada antipsiquiatría: “Basicamente por las mismas razones por las que deseamos otros bienes. Deseamos drogas para mitigar nuestros dolores, curar nuestras enfermedades, acrecentar nuestra resistencia, cambiar nuestro ánimo, colocarnos en situación de dormir, o simplemente sentirnos mejor, de la misma manera que deseamos bicicletas y automóviles, camiones y tractores, escaleras y motosierras, esquís, columpios, para hacer nuestras vidas más productivas y más agradables”.(1)

   De todas formas, sabemos que los sentidos y significaciones asignados socialmente a las diferentes sustancias han variado considerablemente. Tomemos, por ejemplo, la mística de los años 60  y  del “flower power” hippie, donde el consumo adquiría una serie de sentidos y significaciones compartidos por grandes colectivos que encontraban en la psicodelia y los vehículos de la embriaguez que la propiciaban, la base para una interpretación del mundo con proyectos e ideales consensuales. Nos atreveríamos a decir que en tales circunstancias éstos grupos compartían una misma Visión del Mundo (2), que oficiaba de soporte identitario social y prospectivo.

  En las últimas décadas, se ha evidenciado un aumento del policonsumo con soportes identitarios sociales más lábiles o, tal vez, menos “ideologizados”.

 Actualmente, las demandas terapeúticas relacionadas con usos problemáticos de drogas responden a escenarios familiares y sociales tan diversos que dificultan la posibilidad de establecer rasgos comunes entre ellos, o bien de señalar pautas clasificatorias de las variadísimas dramáticas que se despliegan.

  Desde esta experiencia profesional cabe consignar el arribo a los dispositivos clínicos de los hijos púberes o adolescentes de las tribus metaleras de los años ochenta. Poblaciones que configuraron algunas de las formas adoptadas por la contestación de la movida under de aquellos años.

  De igual modo comienzan a llegar –entre otros- las terceras generaciones de familias que resolvieron durante años su supervivencia económica con el comercio ilegal de drogas. Estamos hablando por ejemplo de un chico de 19 años cuyos recuerdos más tempranos lo ubican en un estado paralizante de pánico, abrazado de un peluche relleno de cocaína, mientras la policía inspeccionaba la casa de sus abuelos maternos en busca de droga.

 En otro extremo cultural aparecen también nuevas demandas reguladoras de los consumos, formuladas por adultos muy lejanos a la cultura de las drogas, con modalidades de uso solitario e inveterado de estimulantes que responden a formas sui generis de automedicación en estados depresivos.

 Como ha señalado Alain Ehrenberg: “En las sociedades no modernas, las drogas pertenecen a las medicinas y a los ritos (ligados a un tiempo cíclico y a mitos) que permiten establecer relaciones con los dioses, con los muertos o revelar un destino. En las sociedades modernas constituyen experiencias que producen y revelan simultáneamente los estilos de relaciones que el individuo mantiene consigo mismo y con el prójimo. Más precisamente, las sustancias que alteran los estados de conciencia y las percepciones mentales son prácticas de multiplicación artificial de la individualidad, ya sea que inicien al conocimiento de otro mundo, aumenten las performances de cada uno, anestesien la angustia, favorezcan el intercambio social desinhibiendo, o a la inversa, desprendan del mundo común permitiendo encerrarse en sí mismo, en su refugio o infierno privado.” (3)

  Esta idea que Ehrenberg tomó en préstamo del Baudelaire de Los Paraísos Artificiales señala con gran claridad la imposibilidad de una clínica unívoca y universal para el abordaje de los problemas asociados al uso de drogas. Asimismo, cabe preguntarnos acerca de la dimensión psicopatológica de la cuestión.

“Evidentemente, la “adicción a las drogas” y el “abuso de drogas” no pueden definirse sin especificar los usos correctos e incorrectos de ciertos agentes farmacológicamente activos. La administración regular de morfina por parte de un médico a un paciente que agoniza de cáncer es el paradigma del uso correcto de un narcótico, mientras que su auto-administración, aún ocasional, por parte de una persona físicamente sana con propósitos de “placer farmacológico” es el paradigma del abuso de drogas”. (4)



Psicopatología y toxicomanía



 Desde que Freud le da un sitial cientificista al “descubrimiento” del inconsciente, podemos comprender que ningún sujeto escapa a la producción de alguna psicopatología. Por lo tanto, nuestras asignaciones de sentido y nuestra particular forma de ser-en-el-mundo estará inevitablemente evidenciando no sólo nuestro compromiso con lo social, sino también nuestro compromiso con lo inconsciente y, por lo tanto, produciendo a través de múltiples lapsus, actos fallidos, actings y los más diversos mecanismos de defensa, una particular significación de los acontecimientos fantasmáticos de la propia novela familiar, en enlace con el devenir de otra novela y tiempo histórico-social.

  “De manera general, debemos admitir que cada individuo, cada grupo social, vehiculiza su propio sistema de modelización de la subjetividad inconsciente, lo que quiere decir una cierta cartografía hecha de referenciales cognitivos, pero también míticos, rituales, sintomatológicos, a partir del cual posicionarse en relación a sus afectos, sus angustias, intentando dirigir sus inhibiciones y pulsiones de todo tipo” (5)

 De este modo, creemos entender que asignarle a la problemática de las adicciones únicamente un estatuto psicopatológico evidenciaría un interés por acotar a tan sólo algunas características un problema múltiple y complejo.

   La denominada toxicomanía (esa forma de englobar diversos problemas asociados a los consumos compulsivos de drogas) no puede ser reducida a una sola dimensión, sea esta moral, legal, medica, sociológica, psicológica o religiosa; ya que no configuran en un sentido estricto y exclusivo, ni una falla moral, un delito, una patología o un pecado, aunque los diferentes aparatos judiciales médico-psicológicos o religiosos pretendan capturarla dentro de sus respectivas lógicas. Tampoco se trata de la mera suma en algún grado de todos esos factores. De ahí que no exista ningún aparato especializado que pueda estar en condiciones de responsabilizarse plenamente de esta cuestión y se encuentren tan a menudo en conflicto entre sí.

   En ese marco complejo, quienes trabajamos clínicamente nos enfrentamos cotidianamente al desafío de colaborar eficazmente en la resolución de los más diversos problemas existenciales relacionados con diversos modos de consumo de drogas. Problemas que se transforman en el espacio clínico en demandas de regulación de los consumos. Situación que nos enfrenta a la cuestión de los controles y los poderes.  “Lo que llamamos problema con las drogas es un complejo grupo de fenómenos interrelacionados, producidos por la tentación, la elección y la responsabilidad personal, combinadas con un conjunto de leyes y políticas sociales...” (6)



La problemática de la rehabilitación en Uruguay 



 En una investigación anterior (7) -realizada durante el año 1998 desde la Facultad de Psicología (Montevideo, Uruguay)- se elaboró  un panorama general sistematizado de las diferentes estrategias de rehabilitación de personas adictas a drogas ilegales desarrolladas historicamente en Uruguay. Producto de dicha investigación se pudo arribar, entre otras, a las siguientes conclusiones:

  *   Se observó una contradicción importante entre el valor estratégico y político que el Estado le concede a la problemática de las drogas y la falta de apoyo económico a las instituciones asistenciales que intervienen en ese campo, sean públicas o privadas.

  * No se evidenciaron criterios comunes en las instituciones intervinientes ni para el diagnóstico ni para la evaluación de las prácticas.

  *  La gran mayoría de las instituciones que trabajan en ese campo presentan un alto nivel de profesionalización e incluyen en su abordaje a varias disciplinas. No obstante, esto no evita que existan múltiples posicionamientos ideológicos que incluyen posturas dogmáticas inamovibles y rituales moralizantes.

 *  No existen controles de los equipos terapéuticos tal como ocurre con otras áreas de la salud. El posicionamiento como agente activo en la lucha contra la droga aparece como factor legitimante de las prácticas.

* Tampoco hay una normativa clara que proteja a las personas que se encuentran en rehabilitación de las medidas terapéuticas de las que son objeto ni marcos éticos comunes en cuanto a la relación con los pacientes y al reconocimiento de su derecho a incidir en las decisiones que comprometen su vida.

  Si bien el denominado uso indebido de drogas se considera como un capítulo más de las patologías psicológicas, no hay lineamientos que pauten los abordajes profesionales, debido, por una parte, a la multicausalidad de toda adicción, pero principalmente porque el campo configurado por la problemática de las drogas se encuentra muy a menudo estriado y flechado por intereses ideológicos. De esta forma se soslayan aspectos que podrían redefinir en muchos casos los abordajes.

 Tampoco tenemos argumentos suficientes para pronunciarnos plenamente sobre la conveniencia de la libertad total o bien la supresión de todas las formas de consumo.

 Lo que sí sabemos es que hay órdenes y desórdenes, formas de regulación eficaces y otras que no lo son tanto.

 La clínica de los consumos problemáticos de drogas nos plantea la necesidad del reconocimiento e incidencia de tales modos de regulación.



Estrategias de regulación de los consumos




  Robert Castel y Anne Coppel han sido quienes han abordado mejor esta cuestión, proponiendo una clasificación particularmente útil de los tipos de control existentes en materia de drogas.

 Según estos autores podemos distinguir tres tipos de control: los heterocontroles: aportados por la justicia y la medicina; los controles societarios: aportados por el entorno social en forma permanente (familia, pares, jefes, profesores, etc); y el autocontrol.

  Los heterocontroles no sólo han sido desarrollados frente a ocasionales formas salvajes y descontroladas de consumo (producto de nuevas formas de producción industrial y de tráfico que desbordaron las formas tradicionales de regulación) sino que también se consolidaron a partir de la construcción política del problema.

  Los consumidores que se convierten en toxicómanos son aquellos que dejan de regular su consumo, produciendo problemas que no pueden resolver por ellos mismos (orgánicos, económicos, violencia, etc.).

Al desregular su consumo se vuelven un peligro para los demás y para ellos mismos, movilizando en primera instancia, controles societarios y luego, con mayor o menor justicia, otras formas de heterocontrol.

Como han señalado con acierto Castel y Coppel: “La cuestión planteada por estos heterocontroles no es, por tanto, la de su existencia o de su legitimidad, sino de la estrechez de su jurisdicción y de los límites de su eficacia” (8).

 Las formas de heterocontrol son, por lo general, poco sensibles a las características de los problemas que intentan resolver, lentas en sus transformaciones, y dependientes de intereses políticos.

  Por otra parte, la medicalización del problema de la droga también suele desatender la multidimensionalidad de la cuestión, reduciendo su complejidad a dimensiones singulares, considerando al toxicómano como un enfermo que requiere atención terapeútica y sobre el que hay que instrumentar medidas de aislamiento y contención para evitar que “contagie” a otros.

“El orden manicomial es la imposición de técnicas disciplinarias, pero la tecnología médica les da una unidad de la que antes carecían (...) la justificación terapeútica deduce todas las actividades del mismo principio. La organización de la vida cotidiana es tratamiento, la sumisión a las órdenes del personal es tratamiento, el trabajo es tratamiento.” (9)

 El aparato médico suele ser poco sensible a las diferencias individuales, familiares y a las características particulares de los controles societarios que el entorno microsocial establece sobre el toxicómano.

 Muy habitualmente desarrolla medidas estandarizadas de medicación, control y disciplinamiento a todos los toxicómanos que tiene que atender. Es frecuente en algunas clínicas psiquiátricas privadas, por ejemplo, mantener atado al toxicómano a la cama durante largos períodos simplemente por su condición. De última, se trata de una fórmula transaccional entre la contención durante la abstinencia y el castigo disciplinante.

 También se suele repetir, desde las formas más represivas y duras de rehabilitación, que quien se ha convertido en toxicómano lo va a seguir siendo toda la vida y que la única salida es que se asuma como un adicto en abstinencia por el resto de sus días. Discurso que suelen adoptar con preocupante regularidad gran cantidad de toxicómanos y algunos profesionales, sin que haya evidencias de que esto sea verdad.

 “El toxicómano no vive en otro planeta. Casi siempre sigue siendo –aunque problemáticamente- un individuo social, que continúa por un lado apoyándose en los códigos ordinarios de la vida común, y sobre quien no dejan de pesar las coerciones más prosaicas” (10)

 En éste entramado todos los diversos actores se encuentran sobre- determinados por redes de significación que inevitablemente los contienen y, en rigor, los trascienden, produciéndose las más de las veces en las tramas familiares una especie de juego laberíntico con múltiples espejos, que devuelven las más variadas imágenes, no siempre reconocibles, esperadas o anheladas.

Se trata de reconocer las producciones del inconsciente en sus manifestaciones psicopatológicas en el vínculo que establece el sujeto con la droga, tanto así como con todo su entorno vital, privilegiadamente la familia

 Juego de espejos que involucra un altísimo nivel de exposición, no siempre buscado o aceptado. Exposición que involucra a su vez, a los diversos actores profesionales que intervienen en la ardua tarea de intentar esclarecer las múltiples redes de significación que se han ido tejiendo en torno a una situación de consumo de sustancias psicoactivas hasta configurarla en un problema.

  La evaluación logística de cualquier intervención psicológica debería contemplar un análisis de las formas de control societario inmanentes a ese campo de análisis, y una valoración de las perspectivas que estas presentan en el propiciamiento de nuevas formas de autocontrol, en arreglo con sus necesidades y las tensiones del exterior.

 Hablar de controles societarios refiere a las miradas suspicaces de los compañeros, las amonestaciones reprobatorias de parejas y amigos, de los consejos correctores del grupo de pares consumidores, del llanto recriminatorio de una madre o de una abuela... Se trata de intentos de control espontáneos pero que operan permanentemente a lo largo y ancho de toda la red social.

  Incluso en la propia red de consumidores y distribuidores los controles societarios tienen particular importancia. El toxicómano es evaluado permanentemente tanto por sus proveedores como por sus eventuales clientes. “Zarparse” demasiado implica poner en riesgo tanto el negocio como la seguridad de sus socios en la empresa de drogarse.

 Resulta interesante considerar a este respecto una investigación reciente desarrollada por el Instituto de Investigación y Desarrollo Social (IDES) sobre una población de usuarios de cocaína no inyectable en Montevideo, Uruguay, la cual reveló que el 66% de los encuestados trabajaba o estudiaba y que más de la mitad vivía principalmente de sus ingresos. Asimismo sólo un 18% de esta población había estado preso alguna vez. Datos que reflejan el grado de integración social de la población estudiada.(11)

  A partir de la experiencia acumulada a lo largo de muchos años de trabajo con sujetos con consumos problemáticos de diferentes sustancias y teniendo en cuenta la perspectiva política de la reducción del daño, se considera que el profesional de la rehabilitación debe evaluar la riqueza y el potencial de los controles societarios a los que está sometida la persona en tratamiento, propiciando así la elaboración consecuente de nuevas formas de autocontrol más efectivas en cada caso.

 Contemplar, analizar y señalar los sentidos y significados que tiene para esa persona y su entorno inmediato sus modalidades de consumo, propicia la emergencia de nuevos sentidos que sostengan otro tipo de prácticas más saludables y, por consiguiente, nuevas formas de autocontrol.

 Hablar de autocontrol no es más que la internalización parcial de los heterocontroles y de los controles societarios, en una economía fluctuante de deseos y coerciones. Tensión permanente e inmanente a la vida misma que deberá develarse -y entrenarse en sostenerla- a través de la intervención terapeútica de profesionales altamente capacitados desde las más diversas especialidades.

 Desde nuestras experiencias hemos hallado que los modos de trabajo en red que comprometen a un número creciente de personas implicadas en el problema, y la exploración colectiva de las funciones de utilidad y significados presentes en los consumos, propicia el surgimiento de nuevos agenciamientos colectivos de enunciación, nuevas estrategias de controles societarios y nuevas modalidades de autocontrol. Productos emergentes de saberes compartidos y prácticas colectivas.

 Paralelamente, tal como debería suceder en cualquier intervención clínica, el motor del cambio debe estar dado por el propiciamiento de la producción de deseo y el deseo de producción. 

   

   Montevideo, Enero de 2005.



* Lic. Psic. Juan E. Fernández Romar.
Profesor Agregado del Area de Psic. Social de la Facultad de Psicología del Uruguay.
Especialista e investigador en el tema drogas.
** Lic. Psic. Anabel Beniscelli.
Profesora Asistente de Talleres de la Facultad de Psicología del Uruguay.
Especialista en prevención de las adicciones.



BIBLIOGRAFÍA



(1) Szasz T. Nuestro derecho a las drogas, Anagrama, España, 1993, pág.26.

(2) “Visión del Mundo... es el sistema del pensamiento que, en ciertas condiciones, se impone a un grupo de hombres que se encuentran en situaciones económicas y sociales análogas”. (Lucien Goldmann en Investigaciones Dialécticas, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1962, pag.45).

(3) Ehrenberg A. “Un mundo de funámbulos” en Individuos bajo influencia, Nueva Visión, Buenos Aires, 1994, pag.7.

(4) Szasz T. “La ética de la adicción” en Psicología del Drogadicto, Rodolfo Alonso Editor, Argentina 1972, pag. 92.

(5) Guattari F. “Lenguaje, conciencia y sociedad”, en El Espacio Institucional 1, Lugar Editorial, Argentina, 1991, pag.105.

(6) Szasz T. Nuestro derecho a las drogas, Anagrama, España, 1993, pág.27

(7) Fernández Romar J. “Estrategias de rehabilitación de adictos a drogas ilegales”, en

V Jornadas de Psicología Universitaria, Facultad de Psicología, Uruguay, 2000, pág. 457 – 458.

(8) Castel R y Coppel A; “Los controles de la toxicomanía” en Individuos bajo influencia, op.cit., pág.227.

(9) Castel R. El orden Psiquiátrico, Las ediciones de La Piqueta, Madrid, 1980. pág. 103.

(10) Castel R y Coppel A. “Los controles de la toxicomania” en  Individuos bajo influencia, pág. 228.

(11) Osimani M y otros, Usuarios de cocaína, Prácticas de riesgo y prevalencia de infecciones por VIH, Hepatitis B, Hepatitis C y T.Pallidum, Co-edición IDES-MSP-OPS-OMS, Montevideo, 2003.

sábado, 9 de julio de 2011

José Perrés: La Histeria en la mujer.

JOSE PERRES HAMAUI

No quiero dejar pasar la oportunidad, ahora que presentamos un texto del Dr Perres, de externar desde aqui mi admiración y agradecimiento al amigo, colega y maestro José Perrés. Ya son mas de diez años los que han pasado desde su fallecimiento, pero constantemente sus ideas y lecciones las recuerdo al pensar el psicoanalisis y en su transmisión a los alumnos de la Universidad.
Tuve la fortuna de cursar siete seminarios con él en mi formación en el Circulo Psicoanalítico Mexicano, un año de supervisión clínica, trabajar con él en el Comité Nacional de los encuentros de Psicología Marxista y Psicoanáisis, y publicar varios artículos e investigaciones conjuntas en revistas especializadas.
Perrés fue un hombre íntegro comprometido con su trabajo y sus ideales, estudioso como el mejor de la epistemología del psicoanálisis, alguien que sabía escuchar y compartir....Gracias por todo Pepe.

LA HISTERIA EN LA MUJER*

*Publicado en  La Nave De Los Locos, U. de M., Morelia, Mich. 1984, pp. 5-21. Ponencia presentada al Congreso Latinoamericano sobre Psicoanálisis y Contexto Social, Querétaro, México, mayo de 1980.



"Un problema candente en el psicoanálisis actual reside en que las verdaderas contradicciones sociales, aquellas cuya presencia marca al individuo, son invisibles desde el diván".1

Emilio Rodrigué

"Con todo esto supondréis ya que tampoco la Psicología habrá de resolver el enigma de la feminidad. Tal solución habrá de venir de otro lado... "2

Sigmund Freud

"En realidad, sólo en la historia podemos descubrir las condiciones de posibilidad de las estructuras psicológicas.. "3

Michel Foucault



Introducción

La idea de este artículo nace de intentar repensar lo aparentemente obvio. En el trabajo clínico llama la atención el elevado número de analizandos que podrían ser encuadrados en términos generales dentro de una "estructura histérica". Y este hecho empírico se vuelve interesante cuando en pláticas con otros colegas recibe confirmación: la frecuencia de pacientes histéricas parece ser mayor en México que en el Cono Sur ¿Por qué?

Si bien no es nuestra intención contestar esta interrogante, tan imprecisamente formulada, muchas son las líneas de reflexión que pueden ser abiertas por ella.

Cuando se intenta dar un salto para cuestionar el problema desde un nivel más abarcativo, nos encontramos que no existen datos epidemiológicos serios que permitan un adecuado análisis. Dentro de la enorme bibliografía existente sobre la histeria, no hay casi lugar para cuestionar la incidencia de las determinaciones sociales.

A modo de ejemplo, cuando Raimundo Salgado recopiló una extensa bibliografía sobre el tema, en el número de la revista "Imago" de Buenos Aires "La Histeria hoy", encontró casi 300 trabajos en un período que se extiende entre 1847y 1975. Y en esos 128 años de literatura científica sobre la Histeria, sólo hay uno que se refiere al problema epidemiológico de la misma. Se trata de un informe presentado en un Congreso de neurología y Psiquiatría en Lausanne, en 1965, cuya copia no resulta fácil de obtener.

Sin embargo, las teorías sociogenéticas sobre las mal llamadas "enfermedades mentales" existen hace varias décadas, a pesar de que las investigaciones hechas en esa línea, en general totalmente empíricas, han arrojado conclusiones muy contradictorias. Actualmente, nadie sustentará una teoría que intentara explicar la psicopatogénesis desde una perspectiva exclusivamente social, sin intentar su articulación "con el nivel de lo psíquico y, en algunos casos, con los aspectos etc." La excepción, tal vez, la constituiría cierta ortodoxia "marxista" que, según nos dice Bastide, postularía que las neurosis no son otra cosa que las contradicciones de la sociedad de clases, desapareciendo por lo tanto con la sociedad socialista. En ese sentido, dicho autor nos señala cómo en la sociedad soviética, estando ideológicamente descalificada la neurosis, ha habido un curioso desplazamiento hacia los trastornos psicosomáticos, los que son atendidos en hospitales generales.

Este punto resulta de gran interés para cuestionarnos acerca del concepto psicoanalítico de "elección de neurosis", el que se convierte en parcial si no incluye también las determinaciones sociales que facilitan o dificultan determinadas estructuras psicopatológicas. Por eso consideramos que el valioso esquema freudiano de las "series complementarias" podría tomar un sentido más pleno si es reencuadrado teniendo como referente ineludible la estructura social como un todo, y el lugar que en ella se ocupa (clase social, inserción laboral, sexo, edad, hábitat, migraciones, etc.)

Como ejemplo evidente, en el caso de la senilidad, sería difícil dudar de la importancia de las determinantes sociales que provocan la segregación del anciano del proceso productivo, no dándole un lugar en la estructura, y empujándolo a la patología para que "haga" la elección de neurosis posible: demencia senil, psicosis y neurosis de involución, etc.

En lo que se refiere a la estructura histérica, la mayoría de los autores que han trabajado el tema han destacado la evolución del cuadro, reconociendo que las histerias de conversión de principio de siglo tienden a desaparecer, y mucho menos se encuentra la llamada "gran histeria", descripta (¿y creada, tal vez?) por Charcot, caracterizada por sus "Grandes ataques" que se desarrollaban en los clásicos cinco períodos.

En la actualidad, la delimitación nosológica entre las distintas modalidades de la histeria, resulta bastante confusa, encontrándose entre otras, en la literatura psicoanalítica, lo siguiente: estructura histérica, carácter histérico, personalidad histérica, caracteropatías histéricas, histeroepilepsias, psicosis histéricas, etc.

En este trabajo, siguiendo a autores como Green, Rosolato o Perrier, que han intentado conceptualizar lo que sería estructural del cuadro, desde un marco freudiano o lacaniano, hablaremos en general de "estructura histérica", la que muy a menudo carece de la típica sintomatología asociada tradicionalmente a la histeria de conversión. En la medida que no nos será posible extendernos en la conceptualización de la "Estructura Histérica" remitimos a los trabajos de los tres autores señalados.

Pero, nos preguntamos: ¿por qué evolucionó el cuadro de la histeria en forma tan notoria? Si pensamos en otros cuadros más o menos típicos, tanto neuróticos como psicóticos, no parece haberse dado históricamente una evolución tan marcada.

Tal como comenta Willy Baranger, prolongando un libro sobre la histeria: "El punto de partida es un caso ejemplar de simplicidad, ingenuidad y limpidez de solución terapéutica. Todo esto en apariencia. La joven Ana, que padecía de trastornos histéricos de conversión, nos hace pensar en algunas de las primeras pacientes histéricas de Freud. Esta jovencita de antaño, esta falsa ingenua de nuestro tiempo, nos permite medir la distancia entre un síndrome histérico arquetípico "de los que ya no se ven más" y los pacientes histéricos infinitamente más sofisticados que acostumbramos encontrar"4

Por su parte, Francois Perrier nos dice: "Una familia rezagada aún en el anacronismo cultural de una aldea perdida producirá todavía enfermos como los de Charcot y casos de conversión para los museos de la nosología; en cambio, las hijas de la intelligentzia parisina demostrarán con brío los últimos progresos de la caracterología histérica a través de las anécdotas libertarias de una hiperactividad sexual "5

Perrier señala el "anacronismo cultural" para explicarlo. Tal vez sería más adecuado hablar del lugar de la mujer en las relaciones sociales de producción y en la familia, de acuerdo a la ideología de la cultura patriarcal que nos rige y en relación a las modificaciones estructurales que se han dado en ciertas áreas, como son las laborales y la sexualidad de la mujer, en algunos países, aspecto central sobre el que volveremos.


Sobre la histeria y la feminidad


Desde los albores de la filosofía y la medicina griegas la Histeria estuvo asociada a la mujer, vinculándose su etiología a los desplazamientos del útero. Son muy conocidos los intentos de Freud para de-mostrar la existencia de la histeria en el hombre y las supuestas resistencias que encontró en su época (cuyo trasfondo eco-nómico, muy bien señalado por Ellenberger, no fue visualizado por Freud).

En la actualidad la problemática se ha desplazado y se acepta, casi unánimemente, que si bien la histeria puede existir en forma muy minoritaria en el hombre, la estructura del cuadro remite no a la mujer, sino a la feminidad, es decir, a los avatares de la diferencia de sexos, problema central en la constitución psíquica del sujeto.

Y en ese sentido la Histeria es muchas cosas diferentes a la vez: desde la "detención" en el difícil camino a la feminidad -que nos remitiría a lo patológico- hasta un momento evolutivo ineludible ya que, como nos dice Perrier: "También es verdad que toda "madurez" libidinal debe pasar por los modos histéricos de maduración (se habla corrientemente del núcleo histérico de toda neurosis. ".6

Lo que nos interesa aquí es enfatizar un aspecto: los caminos que Freud ha teorizado para el logro de la feminidad son los mismos que conducen a la estructura histérica, apareciendo aquella como un paso adelante, pero cuya realización, como bien decía Freud, resulta "bastante compleja”.

En su artículo "la feminidad", de 1932, Freud reitera los tres caminos evolutivos de la mujer, que ya había señalado en otros artículos famosos sobre el tema en 1925 y 1931. Dice así: "El descubrimiento de su castración constituye un punto crucial en la evolución de la niña. Parten de él tres caminos de la evolución: uno conduce a la inhibición sexual o a la neurosis; otro, a la transformación del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad; y el otro, al fin, a la feminidad normal". 7

La estructura histérica, tal como se la concibe psicopatológicamente, en sus diferentes modalidades de aparición, tendría que ver directamente con los dos primeros caminos evolutivos mencionados por Freud, en lo que podríamos pensar como formas de sometimiento o rebeldía frente a la Ley del Padre, dos caras de una misma moneda.

Tan acentuada es la correlación entre los desarrollos teóricos sobre Histeria y Feminidad que, por ejemplo, en un trabajo bastante reciente, Silvia Fendrik, se proponía cuestionar si la conceptualización freudiana sobre la sexualidad femenina no sería extensiva solamente a la histeria, es decir, a la mujer histérica, lo que lleva implícito suponer que la "feminidad " en mujeres no histéricas, sería algo diferente, aún no teorizado.

Mi propósito, con el presente trabajo, resulta ser -tal vez- el opuesto. De lo que se trata es de pensar cómo las determinaciones sociales facilitan la estructuración histérica en la mujer, en su búsqueda de una `feminidad" que en realidad funciona como una imagen colonizada de lo "femenino" proveniente de la superestructura ideológica, vinculada –claro está- a la infraestructura económica en las relaciones sociales de producción, aunque no determinada linealmente por ésta.

En este sentido puedo concordar con Muldworf cuando plantea lo siguiente: "Así la noción de `feminidad" aparece como una ficción histórica de carácter colonialista, la mujer está oprimida por el hombre, es explotada por el hombre y lo que se denomina feminidad es la interiorización de la significación simbólica de esa estructura de opresión. La mujer se define con relación al hombre, como su complemento, y no como el otro sexo, autónomo e independientes”8

Resulta necesario aclarar que no se está hablando de un hombre, sexo masculino, como una categoría metafísica, inmutable y eterna, sino de la ideología patriarcal, internalizada históricamente y profundamente arraigada en nuestro aparato psíquico.

No se trata entonces de reiterar las críticas a la familia burguesa y al capitalismo, producidas por el freudomarxismo, sino de entender que la superestructura ideológica no es simplemente la otra cara de la moneda de la formación económica social capitalista, en donde, modificando una, estamos actuando directamente sobre la otra. La historia nos ha ensenado que pese a socializar los modos de producción en muchos países, la ideología patriarcal se ha mantenido, no apareciendo modificaciones sustanciales en la situación de sometimiento de la mujer, pese a incorporarse ésta en la producción.9

En lo que respecta a esta problemática, no podemos dejar de recordar las lúcidas palabras de Freud, cuando en 1932, decía: La humanidad nunca vive por completo en el presente; en las ideologías del superyó perviven el pasado, la tradición de la raza y del pueblo, que sólo poco a poco ceden a los influjos del presente, a los nuevos cambios; y en tanto ese pasado opera a través del superyó, desempeña en la vida humana un papel poderoso, independiente de las relaciones económicas10

Esta cita nos abre dos líneas que sólo mencionaré al pasar, ya que no sería posible extenderme aquí, ambas desarrolladas inteligentemente por Juliett Mitchell, en diferentes ensayos.

La primera se refiere justamente a las críticas simplistas, tanto del freudomarxismo, como del culturalismo (Fromm, Horney, etc..), así como ahora de muchas corrientes feministas que han objetado en Freud la generalización de lo observado en la familia burguesa de Viena de principios de siglo. Más allá que podamos reconocer en qué forma Freud quedó atrapado en la ideología de su época, también con Mitchell estamos de acuerdo que vio un poco más allá y entendió que: "La ley patriarcal habla a cada uno y por cada uno en su inconsciente; la reproducción de la ideología de la sociedad humana queda asegurada de este modo en la adquisición de la ley por cada individuo. El inconsciente que Freud analizó podría describirse, entonces, como el lugar de la reproducción de la cultura o ideología”. 11

Y, como decíamos, la ideología patriarcal inconsciente no cede tan fácilmente y por ello los cambios en la infraestructura económica no suelen ser suficientes para desplazarla. En este punto se conjuga el segundo aspecto que señalaba Mitchell en un ensayo anterior. Las modificaciones en la situación global de la mujer no pasan sólo por su inserción laboral en la producción, pese a ser muy importante, (aún si entrara en igualdad de condición ocupacional, económica y de responsabilidad con el hombre, lo que aún parece muy lejano), sino que existen varias estructuras claves, ligadas entre sí, cuya modificación global podría redundar en una reestructuración de la situación social de la mujer.

Estas son, además del lugar en la producción, ya señalado, el problema de la reproducción biológica, el de la sexualidad y el de la socialización de los hijos. Los hechos han demostrado que en sociedades como la China, donde la mujer ha sido integrada plenamente en las relaciones sociales de producción, su situación social de dependencia está aún lejos de resolverse, justamente porque los demás aspectos han sido desatendidos, manteniéndose la ideología tradicional.

A los cuatro aspectos señalados por Mitchell, yo agregaría el que introducen Isabel Murguía y John Dumoulin, en sus valiosos ensayos, que es el de la función femenina por excelencia en la división del trabajo, es decir, la de reproducción privada de la fuerza de trabajo consumida cotidianamente, en el sentido de que, como amas de casa: "Su función económica consistió en reconstituir la mayor parte de la fuerza de trabajo del hombre (principalmente la de los asalariados) a través de las materias primas que transforma en valores de uso para el consumo inmediato. Vigiló así la alimentación, el vestido, la construcción y el mantenimiento de la casa, lo mismo que la educación de los ninos".12

Pero, si bien la temática sobre la feminidad está directamente vinculada a la histeria -como lo seguiremos viendo-, volvamos un momento a ésta para seguir pensando en las determinaciones sociales que facilitan su aparición.

"Para plantear la problemática"

Tomemos un ejemplo clínico para analizar algunos problemas, aunque sea en forma muy sumaria. Se trata de una paciente de 35 anos, brillante profesionista, que plantea como uno de sus síntomas, un fuerte dolor muscular localizado en la nuca, le que le hace sentir le cuello tenso, duro. El mismo se originó cuando, contrariamente a los deseos del marido y al consenso familiar general, empezó a estudiar. Investigando un poco más el sentido del síntoma, aparece que el dolor se acentúa cuando inclina la cabeza, estando "casualmente" muy vinculada su profesión al escribir. Pero ese "agachar la cabeza" nos remite también, en su acepción popular, a la fantasía de sometimiento frente al más fuerte, lo que está en el centro mismo de su problemática.13

Desde los distintos marcos referenciales se podrían hacer muchas lecturas -complementarias entre sí- de los distintos significados del síntoma. Tomemos, por ejemplo, una línea. Bleger, en un trabajo póstumo, nos dice que: "La histeria se caracteriza, sumariamente, por la conversión, es decir -desde un punto de vista kleiniano- el control en el cuerpo de un objeto parcial (objeto malo) por una disociación perfectamente establecida, que corresponde a una división esquizoide bien configurada, de tal manera que el yo pueda mantenerse a distancia del síntoma conversivo (belle indiference), el nivel fálico de la organización y los contenidos edípicos incestuosos de la misma".14

En el caso mencionado, se podría pensar, siguiendo a Paz, que: "...la zona afectada representa el falo paterno inmovilizado y controlado en el interior de sí (satisfacción pulsional) ". 15 Y la fantasía inconciente, escenificada en este síntoma de rigidez del cuello, conllevaría como ecuación simbólica la de cabeza-pene, lo que nos conduce a una típica fantasía de esta paciente de ser poseedora de un "pene intelectual".

Si se continuara con la línea kleiniana, que no interesa desarrollar aquí, llegaríamos a las angustias psicóticas subyacentes, al núcleo aglutinado, etc.., de lo que la histeria no sería más que una defensa, perdiéndose -tal vez- la especificidad de la estructuración histérica.

Tratemos de pensar cómo leería un lacaniano este síntoma: posiblemente su línea comprensiva pasaría por el intento imaginario de la paciente de "ser el Falo, resistiéndose a aceptar la castración simbólica y, con ello, la ubicación de la Ley como instancia reguladora de su deseo.

Pero, generalizando los distintos abordajes, y desde una óptica más freudiana, diríamos que este síntoma en sus múltiples condensaciones y sobredeterminaciones, realiza la transacción placer/dolor, sometimiento/rebeldía, habiendo un nivel que es el que nos interesa destacar aquí, en el que funciona como autocastigo, pagando así los sentimientos de culpa que tiene por "trabajar, abandonando a mi casa y mis hijos". En vez del bíblico parirás con dolor", sería un "trabajarás en lo que te gusta, pero con dolor".

Esta culpa, sin duda, nos remite a muchos fantasmas de triunfo fálico-narcisístico, sobre el marido y sobre el hombre en general, subrogados de imagos parentales, lo que conlleva diferentes niveles de comprensión, en el plano teórico, y de líneas interpretativas, en el piano técnico.

Pero, saliéndonos un momento del psicoanálisis, ¿no hay otra línea que proviene de lo social?. Esta culpa “por trabajar", por salirse de "su lugar", por un "qué dirán social, opera como representante de la ideología patriarcal que condena los intentos de la mujer de clase media de buscar su propio camino, evadiendo el lugar determinado para ella en la estructura social. Y aún más, que responsabiliza al trabajo de la mujer fuera de su casa de todo lo negativo que pueda suceder en su hogar (conflictos con el esposo, dificultades evolutivas de los hijos, etc.) Y esa ideología tradicional está asumida por la mujer, internalizada en su estructura superyoica, tanto como conciencia moral, lo que genera una autobservación torturada y torturante, como en su Ideal del Yo “'femenino”. Y también en su Yo ideal narcisístico, en función de las identificaciones por las que se cuela la ideología social, en cuanto a arquetipos de lo masculino y femenino, tal como lo señalábamos en un trabajo anterior.16

El análisis de estos fantasmas, nivel de lo imaginario, que remiten directamente a la ideología internalizada, ¿puede efectuarse sin hacer referencia a las determinaciones sociales que generaron su internalización? Pienso que no, aún a riesgo de caer en la "herejía" psicoanalítica. Las articulaciones entre lo imaginario y la ideología están dadas muchas veces dentro de la misma teoría. Siguiendo con la línea kleiniana, a la que me refería hace un momento, ¿qué más ideologizado, desde una milenaria moral judeo-cristiana, que los conceptos de "objeto bueno", "objeto malo", "envidia", "gratitud", etc. ?

Durante años, desde esa teoría, se trabajó como si entre ese "mundo interno" que se analizaba, y el "mundo externo" no hubiera más que relaciones de contigüidad, como un simple vecino cuya irrupción molestaba e interrumpía la labor propiamente psicoanalítica de bucear en el mundo interno.

Pienso que no podemos aislar el nivel de trabajo psicoanalítico de la ideología y es preciso pensar y repensar, por ejemplo, la tripartición lacaniana, tan de moda actualmente, en su articulación con la ideología dominante. Lamentablemente, lo que está ocurriendo es precisamente el camino opuesto: una cada vez más marcada especificidad de la teorización psicoanalítica -válida y necesaria en sí misma- pero utilizada con un trasfondo despreciativo de toda articulación, por lo que termina cayendo -a menudo- en un vacío ideologizado.

Así, por ejemplo, en uno de los diálogos entre Abadí, Piedimonte y Goldin -analistas de la Asociación Psicoanalítica Argentina- nos dice Abadí lo que sigue: "La histeria tiene que ver con lo femenino, y se da en el hombre por la bisexualidad del ser humano. Según dos puntos: éste es quizá el menos importante en una conversación como ésta, entre psicoanalistas, creo merece por lo menos ser mencionado. Creo que la razón por la cual la histeria no aparece quizá con tanta frecuencia entre los hombres es social, es decir, hay un factor social que configura una determinada estructura de las relaciones entre hombres y mujeres y esto lleva a que en las sociedades que conocemos, la histeria aparezca menos en los hombres". 15

Lo más interesante de este párrafo -además de la aceptación de los factores sociales influyentes- es esa consideración de que a un psicoanalista este punto no le puede resultar importante. Este factor, totalmente secundario para ese autor, tiñe sin embargo la teoría y la técnica psicoanalítica.

Siguiendo con los comentarios sobre ese texto de los tres autores mencionados agrega Abadí lo que sigue:

¿Ustedes comprenden cuánto mejor es la situación de la mujer? (...) el hombre está en una terrible situación, porque él ya no puede permitirse tener ninguna envidia del pene, porque el pene lo tiene; no tiene más remedio que envidiar el falo y el falo lo tienen solamente los dioses, las magas y las sirenas... " "...quién está en peores condiciones? (...) La decepción máxima es la decepción del hombre cuando descubre que el falo que creía tener no es más que un pene. La mujer está preparada por la brusca aceptación inicial de su descubrimiento de que está castrada, está más preparada para aceptar la castración y sus consecuencias”. 18

Así que ya sabemos, en la "otra escena" las cosas pueden llegar a ser terribles para nosotros los hombres. Nos queda el consuelo que las relaciones sociales de producción, en las que seguimos siendo los privilegiados, se dan en esta escena.

En relación a esta problemática de la necesaria búsqueda de articulación de niveles, repensemos un comentario de Moustapha Safouan, sin duda uno de los más valiosos y creativos autores lacanianos. En su trabajo sobre "La sexualidad femenina" dice lo siguiente, refiriéndose al complejo de castración en la mujer: "...los hechos que se incluyen bajo esta denominación parecían a los ojos de Abraham, explicarse por sí solos: la envidia del pene por parte de la mujer surge de su propia carencia -¡como si el simple hecho de una carencia real pudiera motivar la envidia!-"19

Es cierto en un nivel, la carencia real no puede explicar la envidia. La realidad material no puede ser simplemente traspuesta a la realidad psíquica. Ya Freud, en la Interpretación de los sueños, lo afirmaba con estas palabras: "...vemos que la realidad psíquica es una forma especial de existencia que no debe ser confundida con la realidad material".20

Pero, más allá de esa especificidad del nivel psíquico, me pregunto: ¿no existe algún nivel de inscripción de la realidad material? Haciendo una separación tan tajante, sin pensar en sus articulaciones, inscripciones, ¿no estamos cayendo en una concepción de un "Inconsciente totalmente asocial, atemporal, en una palabra, ahistórico?

Esta pregunta nos ubica en las brillantes y demoledoras consideraciones de Castel, cuando se refiere al intento de la Institución Psicoanalítica (globalizando en ese concepto a la Teoría, a la inscripción social del psicoanálisis y a su ejercicio) de colocarse en una. "extraterritorialidad social". Y ese inconciente ahistórico, en sus palabras: "Es la definición misma de Dios: la soberana neutralidad, el árbitro, la "otra escena" como lugar ontológico donde no pasa la crítica, rechazada por la tajante espada de la ruptura epistemológica".21

Sin embargo, no tenemos que ir muy lejos para ver el nivel de articulación existente entre el orden de lo imaginario y la ideología, en especial la ideología de clase, y más aún, la ideología de la clase dominante. Tendríamos que preguntarnos si se trata sólo de una articulación -lo que en estos términos podría ser fácilmente aceptado, a pesar de que se ha trabajado poco este aspecto- o si lo imaginario no se instaura sobre una estructura básica, que es justamente la ideología de la clase dominante, internalizada.

Recordemos a Fanon, cuando nos hablaba del colonialismo francés en Argelia y señalaba que en el europeo, tanto en un nivel fantasmático, como en el material onírico, aparecían fantasías de violación sádica que se iniciaban siempre con el desgarramiento del velo, hasta alcanzar una posesión violenta, casi un asesinato. Cabe interrogarse si esto nos remite solamente a los fantasmas perversos que suelen ser pensados como inherentes a la constitución misma del psiquismo, o si simultáneamente nos conduce a la situación objetiva del colonialismo, de la, dominación, de la violencia. Vale decir, este imaginario aparecería instaurado sobre una ideología, vinculada directamente a la realidad material.

El "modelo" de la feminidad sin duda pasa por lo imaginario, remitiendo a la eterna problemática de la diferencia de sexos, pero, ¿cuánto influye lo social -a través de la ideología- en la estructuración de ese imaginario? Si pensamos en la sociedad soviética postrevolucionaria, ¿cuál era ese modelo de mujer? Una mujer fuerte, robusta, capaz de trabajar físicamente a la par del hombre, dejando de lado la coquetería atribuida tradicionalmente a la mujer. Y este modelo responde a una necesidad social, que a su vez remite a las relaciones sociales de producción y a una diferente inscripción de la mujer. Como ejemplo, es la coyuntura económica de la sociedad mexicana la que determina que se estimule en la mujer de clase media (siguiendo un modelo norteamericano) su papel de consumidora y no el de productora, porque su ingreso masivo al mercado de trabajo desequilibraría todo el sistema laboral, creando mayor desocupación. Las consecuencias que este fenómeno lleva implícitas son muchas, entre ellas la dependencia de la mujer.

Estas consideraciones no pretenden dejar de lado que el problema de la diferencia de sexos sigue siendo uno de los ejes de estructuración de lo psíquico, pero nos permiten y nos obligan a repensarla con una articulación inevitable con el nivel social, no ya desde una antropología cultural al estilo de Ruth Benedict, sino desde la inscripción de lugares diferentes para el hombre y la mujer en las formaciones histórico-sociales.

Lugares que provocan que la mujer tenga que girar siempre en torno al hombre, sea cual sea su clase social, ya que no cabe, en la ideología dominante, una realización femenina individual, que no tenga que ver con su dependencia en relación al hombre. Y mientras la estructura social hace a la mujer, desde niña, dar vueltas alrededor de la figura masculina envidiada, le está facilitando también la estructuración de una personalidad histérica.

Hablamos en términos freudianos de castración de la mujer, de envidia al pene, etc., lo trasponemos en la terminología lacaniana al Falo, a la falta, etc., pero más allá de las consideraciones de Abadí sobre la "terrible situación" del hombre frente al Falo, la devaluación femenina tiene otro peso. Justamente porque está articulada y generada por una situación histórico-social de desvalorización de la mujer.

Porque lo que comprobamos permanentemente en el trabajo clínico con pacientes histéricas es justamente, detrás de una imagen narcisística, una profunda devaluación. Este aspecto ha sido visto y señalado por Green. Resulta así que Laplanche, al reseñar el panel "La Histeria hoy", nos dice: "Tal es, según Green, el núcleo de mecanismo de la histeria, cuyo objetivo principal es una lucha enérgica contra la depresión potencial, una depresión, por cierto, en la que la autovaloración es estruendosamente disminuida ".22

Pero, esquematizando al máximo, aún con riesgo de caer en una simplificación totalmente deformante: ¿La mujer histérica está devaluada solamente como resultado de su estructuración histérica (con todo lo que se podría hablar sobre la dialéctica del deseo histérico -deseo de un deseo insatisfecho-, el Falo, el Otro, etc.) o además eligió el camino histérico "Yo soy el Falo" (con lo que implica, en un plano empírico, de competencia fálica con el hombre), porque era una forma imaginaria de salir de su devaluación social?

Y en otro plano, ahora técnico, ¿cómo se trabaja esa devaluación? ¿No será necesario -imprescindible, tal vez- analizar también las fantasías referidas a la devaluación social en la realidad material, partiendo de la base que deben existir, a nivel inconsciente, representaciones de la misma, que sufrieron un proceso de represión?

No tenemos mucho teorizado al respecto, pero cabe imaginar, en grupos históricamente segregados por razones político religiosas o económicas, la posible existencia de representaciones inconcientes la situación de segregación, opresión etc., como aspectos disociados de ideología de la clase dominante internalizada, y que todo ello serviría de base de sustentación del nivel de lo imaginario. Como último punto, y simplemente como una mención, puede ser útil pensar lo que sucede en nuestra sociedad con edad crítica. En ella también se ve claramente cómo, si bien el proceso de cuestionamiento relacionado con los proyectos de vida, los logros, etc. -es decir, crisis "existencial "- es común a ambos sexos, se observan mayores derrumbe depresivos en la mujer -que desde un estructura tradicional, son ingenuamente leídos como simples efectos de la menopausia- justamente porque la inserción social de uno y otro sexo no resulta comparable y con ello también las herida narcisísticas y las posibilidades de compensación de las mismas, terminan siendo, muy diferentes. (ver Langer, Maria. Maternidad y Sexo para una mayor comprension de esta dinamica. N. JLGF)

Vale decir, que más allá de reconocer la especificidad de los conflictos inherentes al sujeto psíquico, no podemos perder de vista que sus caminos de resolución y/o patologización, se ven posibilitados, coartados o dificultados, de diferente manera según el lugar que se ocupa objetivamente en la estructura social, por fenómenos que provienen de dicha estructura. Y no parece imposible que éstos puedan inscribirse en el psiquismo desde su propia génesis, como constitutivos del mismo.


Reflexión final

Soy conciente de que la mayor crítica que puede efectuarse a este trabajo es el de confundir niveles de análisis. Esta supuesta confusión resulta deliberada porque los caminos de las especificidades desarticuladas nos están conduciendo a una grave ideologización del psicoanálisis, muy pertinentemente criticada por Castel.

De lo que se trata, a mi entender, es de pensar las articulaciones entre Psicoanálisis y Materialismo Histórico, sin preocuparnos, por ahora, por el rigor epistemológico, el que fácilmente puede convertirse en terrorismo epistemológico, esterilizando los intentos de pensar.

Tal vez esta búsqueda constituya la especificidad de una ciencia a crearse, tal vez lo sea del Materialismo Dialéctico, entendido como Filosofía que buscaría articular epistemológicamente el conocimiento producido por las distintas ciencias constituidas, o por último, también sería posible que se validara desde el mismo Materialismo Histórico, si es que siguiendo a Tort aceptáramos que el Psicoanálisis estaría inscripto dentro del Materialismo Histórico como "teoría del proceso de producción y de reproducción de los individuos-soportes... "13

Fuere cual fuere la respuesta posible, y pensando en el trabajo psicoanalítico, tanto a nivel teórico como clínico, sólo me resta adherirme a los planteos de Baremblitt, cuando -hace unos anos- decía: "Es obvio, que lo que acabamos de delinear es poco más que una intuición que no ignorarnos peligrosamente lindante con la irreverencia o la audacia en la medida que sostiene la posibilidad de una lectura psicoanalítico-materialista histórica simultánea cuando aún no se han producido los más elementales instrumentos teóricos que la hagan posible".14

Pero, aún así, y pese a Castel, si queremos salvar al Psicoanálisis de! psicoanalismo, no parece quedarnos otro camino que intentar producirlos.



APÉNDICE (1982)

"Toda claridad es oscura"
Pablo Neruda


Releer después de mucho tiempo un trabajo propio siempre tiene algo de particular. Las ideas que se han intentado expresar parecen ya ajenas, esquemáticas y congeladas en su tumba mecanografiada. Surge inmediatamente la tentación de remodelarlo, volverlo a amasar, tratando de que -ahora sí- sea fiel expresión de un pensamiento. Pero es vana ilusión. Sería escribir otro trabajo que volvería a burlarse, ya escrito, de nuestras intenciones extraviadas en algún lugar desconocido.

En este caso, la sensación se acentúa aún más porque el tema de la estructura histérica, más allá de la problemática específica que plantea, pretendía ser un punto de apoyo para repensar problemas de articulación entre discursos científicos que era, y sigue siendo, una de mis preocupaciones esenciales, y me refiero específicamente al Materialismo Histórico y al Psicoanálisis.

Pero han pasado los años. Lo que hace una década era una inquietud compartida entre todos los "Psi" comprometidos con el proceso histórico de sus respectivos países, hoy se ha convertido en una verdadera herejía. El que todavía se atreve a postular tesis semejantes es mirado desde lo alto del Saber y de la Verdad, con una mirada condescendiente y ligeramente burlona, que recuerda la del padre debiendo permitir a su tozudo hijo adolescente estrellarse contra la pared de la experiencia para poder crecer.

Se trata de algo obviamente "imposible". Y la temática de "lo imposible", teniendo por base las “profesiones imposibles" de las que hablaba Freud, aparece reiteradamente en el discurso lacaniano en diversos tópicos (saber, sujeto, goce, ciencia, deseo, relaciones sexuales, etc.)

Y es precisamente uno de los grandes peligros que subyacen a la imprescindible conceptualización lacaniana: una velada prédica del inmovilismo, que racionaliza elegante y brillantemente que todo intento unificador, y aún más, todo movimiento, con un sujeto psíquico escindido, resulta vano. Se niega además toda la línea existente en la obra freudiana que tiende a la unificación del sujeto psíquico, a la posibilidad o, por lo menos, a la esperanza de cambio. Pese a su profundo y motivado pesimismo, Freud no lo fue tanto como para afirmar que la única tarea del Psicoanálisis fuera la de reconocer la imposibilidad de realización del Deseo.

Parece que habría que conformarse con la constatación y aceptación renovada de la presencia de la castración simbólica, lo que conduciría a una pasiva resignación acerca de la cual, las distintas religiones en sus desarrollos históricos, han demostrado ser maestras indiscutidas.

Pero, y sigamos mezclando niveles arbitrariamente, la Historia nos ha ensenado cuántos "imposibles" se han realizado justamente porque hubo quienes fueron lo bastante "ingenuos" como para creer en la posibilidad de cambio y en los procesos histórico-sociales. Si hubieran tenido una adecuada formación teórica/epistemológica, tal vez habría triunfado la "quietud", convencidos de la imposibilidad de toda modificación estructural.

El argumento más corrientemente utilizado para oponerse a dicha búsqueda de articulación es el de recordar los resultados del movimiento freudomarxista y de mostrar, con su fracaso, lo ilusorio de sus postulados. Pero creo que nos quedamos así en la superficie del problema. Muchos movimientos, muchos procesos, han abortado y sus derrumbes históricos no prueban, en una causalidad lineal, lo incorrecto de sus tesis, debiendo ser analizados en sus múltiples sobredeterminaciones.

Si miramos hacia atrás hubo dos grandes momentos de preocupación por la articulación marxismo/psicoanálisis. Los años 30, en Europa, con el movimiento que recibiera esa aberrante y equívoca denominación de "freudomarxismo", y la década de 1965/75, aproximadamente, con gran auge en muchos países latinoamericanos. Históricamente, a ambas coyunturas, correspondía un clima de efervescencia revolucionaria, la que fue seguida -luego del afianzamiento en el Poder de la extrema derecha y de la feroz represión desatada- por un ascetismo científico unido al convencimiento de que toda articulación como la que se pretendía es una utopía irrealizable. En las dos etapas fueron los mismos participantes de esos movimientos de búsqueda los que se refugiaron en la tranquilidad de su especificidad científica, su "territorio", mostrando con contundentes fundamentaciones teóricas/epistemológicas la imposibilidad de pensar articulaciones entre los dos discursos.

¿Esto no da que pensar? Y, desde luego, la lectura de estos hechos no puede ser solamente psicoanalítica.

Curiosamente se cuestiona ahora el sentido de esa búsqueda, argumentándose que se trata de diferentes discursos científicos, cada uno con su propio objeto de conocimiento y su propio cuerpo teórico. Estamos de acuerdo, y también con el Sr. Perogrullo. Esta diferencia de discursos y de objetos teóricos es la condición misma de posibilidad para buscar sus articulaciones, y no su síntesis, lo que obviamente carecería de sentido. Al igual que es preciso hacer con los discursos antropológico, biológico, y lingüístico (no alcanzando en este último caso que Lacan diga hacer "lingüístería ", y no lingüística).

Se ha llegado a decir, criticando el trabajo que precede que: "Hablar de “determinaciones sociales” de una estructura psíquica sería lo mismo que buscar las determinaciones sociales de la Ley de Gravedad—. Creo que los comentarios sobran...

Se homologa así una ley física, indudablemente ajena en su registro a los procesos historico-sociales25 con una estructura psíquica, cuyo individuo-soporte está inmerso en ellos. Y lo interesante es que se lo hace desde una supuesta “pureza" epistemológica, lo que parece retrotraernos a un estructuralismo a ultranza, por suerte ya superado ideológica y científicamente e incompatible con una aproximación materialista de la historia.

No es este el lugar ni el momento para meterme a cuestionar algunos de los postulados epistemológicos que se esgrimen para mostrar la necesidad de delimitar rígidamente los territorios para los diferentes discursos científicos. Pero sí, tal vez, para alguna reflexión rápida, provisoria sin duda.

-Las actuales conceptualizaciones psicoanalíticas, teniendo por base la obra lacaniana -en sus incuestionables aportes teóricos, revitalizadores de un anquilosamiento y de un creciente adaptacionismo biologista delimitan claramente el campo del Psicoanálisis y la especificidad de su discurso.

-Ya quedan atrás las oscilaciones de Freud entre, por una parte, el descubrimiento de un nuevo continente del saber y, por otra, sus profundas expectativas de que el Psicoanálisis podría ser englobado por la Biología del futuro, si es que ésta modificara y ampliara considerablemente sus fronteras. También pertenecen ya al pasado sus intentos de pensar continuidades entre el nivel biológico y el psíquico, no estableciendo rupturas radicales entre el hombre y el animal, entre el sujeto y el individuo biológico.

-Las cosas ahora son claras. Tal vez demasiado precisamente. El Orden Simbólico, estrictamente humano, nos separa del reino animal. Lacan desarrolló sus conceptos sobre el registro de lo simbólico, partiendo de los invalorables aportes de Lévi-Strauss. Pero ambos, en su momento, estaban alertas y atentos a los aportes científicos provenientes de todos los campos que pudieran cuestionar sus conceptualizaciones. Por ello sus desarrollos concordaban con los hallazgos y adelantos del resto de las disciplinas científicas.

Baste recordar los 7000 artículos y libros utilizados por Lévi-Strauss como base para la redacción de sus "Estructuras elementales del parentesco" en 1949. Cuando en esa monumental obra dicho autor estudia el pasaje de los hechos de la naturaleza a los de la cultura y postula a través de la "prohibición del incesto"-que se confunde con la regla de exogamia- la separación entre el orden animal y el humano, su teorización se apoya también en la etología de su tiempo, cuyos aportes conocía y respetaba.

Las cosas ahora se han oscurecido. Ya el mismo Lévi-Strauss lo veía cuando en el prólogo de la segunda edición de esa obra (1966), muestra que la línea de demarcación entre naturaleza y cultura se ha vuelto cada vez más imprecisa y tortuosa. En las últimas décadas, el desarrollo creciente de la ecología -trabajando con diversas especies animales libres y ya no en cautiverio- trae renovadas luces y también complejísimos problemas teóricos en cuanto a las fronteras entre ciencias.

Es así que las últimas obras de Bischof empiezan a demostrar que se puede encontrar en forma casi universal en el reino animal, especialmente en los mamíferos a los que dedica amplios y profundos estudios, una "evitación del incesto”. Para él esa universalidad de la evitación del incesto estaría sustentada en una causa final biológica, formando parte de la estructura instintiva fijada hereditariamente. Este hecho tendría por base la necesidad del acrecentamiento de la diversidad de rasgos distintivos por recombinación del material genético, salvaguardándose así las especies de la extinción ante posibles modificaciones del entorno.

Sin meternos aquí a discutir la conceptualización final que extrae de sus investigaciones éstas -sin duda, de gran seriedad- nos obligan a replantearnos el sentido de la "prohibición del incesto", hasta ahora utilizada como criterio de de-marcación del orden humano, en sus articulaciones con la dimensión del lenguaje.

Esa prohibición debería, aparentemente, buscar sus orígenes en un fenómeno hereditario, biológico por tanto, siendo entonces más un pasaje y una diferenciación lo que se operaría que la radical ruptura que se quiso ver con el reino animal. En la misma línea encontramos a Fox, que agrupó a investigadores de distintas ciencias (sociólogos, antropólogos físicos y sociales, psicólogos, biólogos, etólogos, etc.) bajo el sugestivo nombre de "antropología biosocial", nueva disciplina en formación que pretende incorpore el pensamiento biológico a 1 antropología social, mostrando Cambié que en el trabajo con aspiración de cientificidad, las delimitaciones demasiado rígidas suelen ser más obstaculizadora que productivas

Este autor, en un interesante trabajo estudia las relaciones de parentesco entre los primates no humanos, descubriendo que conllevan los mismos elementos de filiación y alianza que en los sistemas humanos, con la diferencia que en ningún caso se encuentran juntos en e! mismo sistema, lo que sí sucede en las estructuras humanas de parentesco, determinándose en ellas la exogamia. Su conclusión apunta a mostrar que las relaciones de parentesco humanas residen tanto, o más, en tendencias biológicas profundas que en sistemas de reglas culturales.

Otro ejemplo, en la misma línea, sería el concerniente al código genético, que ahora se descifra y decodifica bastante más que hace unas décadas, lo que obliga a repensar desde la lingüística y el orden simbólico, como puede existir un verdadero código en un nivel biológico/hereditario.

Son apenas algunos ejemplos, tal vez esquemáticos en este breve planteo. Pero las fronteras empiezan nuevamente a difuminarse y con ello perdemos otra vez seguridad. Nada hay más tranquilizador que territorios bien claros, nítidamente demarcados, con alambres de púa separando terrenos. Pero las alambradas se rompen y otra vez nos sentimos invadidos y la ilusión de claridad se desvanece.

Habrá que aprender a vivir en terrenos poco delimitados, movedizos, como tu-vieron que hacerlo las matemáticas, la física, la química, etc., en sus procesos históricos de desarrollo. Ahora ya consolidadas como ciencias, sin necesidad de defender sus autonomías, vemos que sus fronteras se van desdibujando.

Y, por último, si es indudable que el Principio de Placer puede considerarse ahistórico, en la medida que remite al Deseo, no pasa lo mismo con el Principio de Realidad, que de alguna manera debe ser "rellenado" históricamente, y no es otra cosa lo que ha intentado hacer Freud en toda su llamada "línea social" y lo que debemos continuar nosotros desde la tan discutida articulación Materialismo Histórico/Psicoanálisis.

Como decía, en broma, un colega: "Mis pacientes son demasiado confusos y poco cuidadosos en sus estructuras psicopatológicas". El campo del conocimiento y de la lucha ideológica suelen también ser muy confusos y confusionantes, muy a pesar nuestro, y a las `fronteras intrasgredibles" que se pretenden ingenuamente erigir.

México, D.F., enero de 1982.


NOTAS

1) E. Rodrigué: "El paciente de las 50,000 horas ", pág. 35

2) S. Freud: "La feminidad". p. 3166.

3. M. Foucault: "Enfermedad mental y personalidad "I pág. 85.

4) W. Baranger: Prólogo al libro de Piedimonte y Goldín, pág.. 9.

5) F. Perrier: Estructura histérica y diálogo analítico, pág.. 162. "(lo subrayado en cursiva en el original) ". 6) Ibid., pág.. 160.

7) S. Freud: op. cit., pág.. 3172.

8) B. Muldworf.- Libertad sexual y necesidades psicológicas ", pág.. 56.

9) Resulta interesante al respecto una entrevista con María Markus, sociólogo húngara, que describe la situación de la mujer en su país.

10) S. Freud: "La descomposición de la personalidad psíquica", p. 63.

11) J. Mitchell: "Psicoanálisis y Feminismo', pág.. 417.

12) I. Larguía: "Contra el trabajo invisible", pág.. 182.

13) Recordemos la importancia que daba Freud, en sus historiales sobre la histeria, a la forma en que el paciente "toma al pie de la letra las expresiones metafóricas de uso corriente" creando así, `por simbolización una expresión somática para una representación saturada de afecto... " (S. Freud --Estudios sobre la Histeria—, pág.. 136).

14) J. Bleger: "Conversión histérica e hipocondría' , pág.. 33/4. 15) J.R. Paz: "Psicopatología", pág.. 189. 16) Elena de la Aldea -José Perrés: "Algunas consideraciones sobre el narcisismo en la sexualidad femenina, a partir de dos casos clínicos", incluido en el presente libro.

17) M. Abadí: participación en el libro de Piedimonte y Goldín, Pág.. 97. 18) Ibid.., pág.. 102 y 111. 19) M. Safouan: "La sexualidad femenina", pág.. 29.

20) S. Freud: —La interpretación de los sueños", pág.. 720.

21) R. Castel: "El psicoanalismo" pág.. 111.

22) J. Laplanche: Reseña del panel "La histeria hoy ", pág.. 13 (subrayado nuestro). 23) M. Tort: "El psicoanálisis en el materialismo histórico—. pág.. 31.

24) G. Baremblitt: "El concepto de realidad en psicoanálisis", pág.. 67.

25) Con posterioridad a la redacción de este Apéndice, inicié mi participación en el Seminario de Epistemología a cargo del Dr. Rolando García (Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco) la que continúa en el presente. Allí pude visualizar la ingenuidad de esta afirmación, lo que, de todos modos, no hace más que afirmar mi planteo global: Ni siquiera los fenómenos físicos escapan a las determinaciones histórico-sociales, siendo entonces posible analizar las que corresponden a la Ley de la Gravedad. Véase al respecto, la obra recientemente publicada de Jean Piaget y Rolando García: "Psicogénesis e Historia de la Ciencia" Edit. Siglo XXI, México, 1983 (Nota de Marzo 1984)



BIBLIOGRAFÍA


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